viernes, 21 de marzo de 2014

Un caballo caído

¡Cómo duele ver un animal enfermo! Ellos, los animales, también sufren, lo mismo que nosotros, y sin embargo no siempre tenemos compasión para ellos.
¡Un caballo caído! Ya no tiene fuerzas para seguir andando, para tirar de su carrito, para trotar por las callejas, para andar pastando por el baldío, que está, ahora, lleno de florecillas azules, rosas, blancas...
-¿Te entristece verlo sufrir?
-El caballo es tan noble, tan bueno, tan trabajador...
-A mí también me apena. También los caballitos nos ayudaron hacer la patria. Cargaron al chasque, llevaron las armas; con nuestros soldados entraron en batalla; algunos cayeron como héroes en el campo de lucha; otro siguieron la marcha, haciendo leguas y leguas para llevar la libertad a otros paises. Y en la paz arrastraron arados, tiraron de las varas de galeras, de carros, y de coches; sirvieron en todas las labores de la tierra y fueron siempre inseparables compañeros del hombre de campo... ¡Amigos tan nobles y tan leales no tuvo nunca!
Como en un rezo, Alcides comenzó a recitar en voz baja los versos de Roldán:

Caballito criollo del galope corto,
del aliento largo y el instinto fiel,
caballito criollo que fue como un asta
para la bandera que anduvo sobre él.

¡Caballito criollo que de puro heroico
se alejó una tarde debajo su ombú
y en alas de extraños afanes de gloria
se trepó a los Andes y se fué al Perú!

¡Se alzará algún día, caballito criollo,
sobre una eminencia un overo en pie
y estará tallada su figura en bronce!

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