martes, 26 de junio de 2018

Alabanza del ala y del trino

Tierra mía, fragante y deleitosa,
hoy cantaré la gracia florecida
del ala que te puebla numerosa.

Aquél que el alma tenga entristecida
a éstos mis valles venga, encantadores
y habrá de verla pronto renacido.

Aquí los milagrosos picaflores
llegan con la profunda primavera
a decirles secretos a las flores.

La copetuda urraca vocinglera 
las arabias decora y los olivos
y el plátano y el olmo y la morera.

Sangrientos fogariles fugitivos
el churrinche y el pechocolorado
loan a Dios con sus plumajes vivos.

El carpintero, todo empenachado,
su nido labra, y el feliz jilguero
vuela del hondo cielo enamorado.

Solícito y jovial limpia el hornero
su casa, y el quejón une su gozo
a la nevada alcurnia del boyero.

Entre el fragante matorral umbroso
silba la endomingada martineta
de traje gris y de bonete airoso.

La rauda y zigzagueante tijereta
corta la seda azul de la mañana
para hacerle un pañuelo a su poeta.

El cernícalo al alto cielo gana,
y eléctrico en el aire aguarda y pinta
de pardo la celeste porcelana.

Más arriba una cruz grande y retinta
verás, y es que distiende por la altura
el negro jote imaginaria cinta.

Sabrás que la alborada es ya madura
cuando la diuca entre el follaje deja
oír su voz divinamente pura.

¡Oh trino y ala de la tierra mía;
voces de Dios de mi cuyano suelo,
gracia, color, dulzura y melodía!

¡Loado seas, Rey del alto cielo,
en el trino, en la pluma y en el vuelo!
¡Señor: seas loado en tu alegría,
que es la infantil del pájaro y la mía!


Alfredo R. Bufano
Fuentes de vida de B.N.B. de Iacobucci y G.C. Iacobucci, 
pág 18

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