Solemos identificar al noruego Roald Amundsen (1872-1928) con el héroe de la primera exploración polar. Sin embargo, mucho antes, nada menos que 24 siglos, un hombre de gran coraje e intrepidez se aventuró por aquellos mares helados.
Cuando la ciudad marítima de Marsella (Francia) era poco más que una colonia de origen fenicio pero de costumbres griegas, hacia el siglo IV a.C., uno de sus nativos, de nombre Pytheas (también llamado Piteas) se destacó como uno de los navegantes más sensacionales de la historia antigua y aun de la de todos los tiempos. Pytheas había nacido alrededor del año 350 a.C. en la mencionada ciudad, conocida antiguamente con el nombre de Massilia y cuyos habitantes eran considerados griegos, ya que en alguna época fueron colonia de éstos. Por aquel entonces, el mundo conocido era limitado, y pocos eran los navegantes que se atrevían a alejarse de las costas más allá de las aguas que les eran familiares. El comercio era la razón de la navegación, la única que impulsaba al hombre a semejantes travesías, impensables para la mayoría de sus contemporáneos. En medio de este marco, el griego Pytheas, soñando con lejanos horizontes, se lanzó a los mares remotos.
Se cree que fue alrededor del año 325 a.C. que Pytheas hizo su ya legendaria travesía porlos mares polares, la primera de que la historia tenga noticia. Lamentablemente, los años han borrado los detalles del episodio y son muy pocas las referencias conservadas en la actualidad. Por aquella época, el registro historiográfico no se llevaba tan prolijamente como hoy. Sin embargo, se sabe que su viaje consistió en una exploración de la costa oeste de Europa. Partió de su ciudad natal y después de pasar por las columnas de Hércules (estrecho de Gibraltar), llegó a la actual ciudad de Cádiz (España), antigua Gades, y bordeo la Armórica (antiguo nombre de la costa noroeste de la Galia, actualmente Francia). Luego remontó por el Norte la costa de Inglaterra y aun se aventuró por la de Escocia, mares por los que sus contemporáneos jamás se habrían atrevido. Pero ni siquiera con esto se dio por satisfecho el navegante marsellés, que continuó con su osado viaje.
En efecto, Pytheas continuo hacia el Norte, llegando a las islas conocidas hoy como Shetland y llamadas antiguamente Clickhimin. Prosiguiendo al Norte, arribó esta vez a una enorme isla que él llamó Thule. La identificación de esta ínsula ha sido objeto de numerosas discusiones por parte de los eruditos y geógrafos, pero las opiniones más modernas señalan que la isla bautizada por Pytheas como Thule debió ser Islandia. Este fue el punto más extremo al que llegó el marino, no tocado nunca por ningún ser humano o, por lo menos, no tenemos noticias de una exploración anterior. Su exploración es sin discusión la más intrépida lograda en tiempos antiguos y la primera realizada en la zona polar. Uno se pregunta con qué clase de nave pudo arrostrar tan largo viaje durante meses, qué embarcación fue capaz de soportar las peligrosas aguas heladas del Norte y, sobre todo, qué clase de hombre de aquella remota Antigüedad tuvo la osadía de abordarla.
Mucho más esperaba a Pytheas antes de regresar a casa. Bordeando nuevamente Inglaterra en, sentido contrario al antes navegado, decidió penetrar esta vez en el no menos desconocido mar Báltico. Navego así por las costas alemanas del mencionado mar, tras lo cual dio por terminado su periplo. Deshaciendo camino, regresó por casi exactamente la misma ruta a Marsella. De nuevo en su patria, y probablemente incitado a ello por los fascinados hombres que oyeron su historia, Pytheas decidió escribir en griego la crónica de su viaje, en un libro al que tituló "Del Océano”. Lamentablemente este inusual testimonio de la historia de la navegación se perdió, y solamente lo conocemos a través de fragmentos citados por historiadores antiguos. Sin embargo, aquellos aislados fragmentos alcanzaron para convertir al viaje de Pytheas en un precursor del de los modernos exploradores del Polo, y en una de las más emocionantes epopeyas humanas.
ALGO MÁS
- Según algunos de los historiadores de Antigüedad que se refirieron a su obra, Pytheas fue además un buen astrónomo, algo nada sorprendente en un navegante de la época. Se lo considera el pri mero en advertir la relación entre las fases de la luna y las mareas.
- Recién 12 siglos después de Pytheas se efectuó un viaje similar. Fue en el siglo IX y lo protagonizó un grupo de monjes in landeses.
Revista Anteojito N°1564, pp.39-40
28 febrero 1996
https://archive.org/details/RevistaAnteojito1564/page/n37/mode/1up