domingo, 27 de julio de 2025

VII El loco

Vestido de luto, con mi barba nazarena y mi breve sombrero negro, debo cobrar un extraño aspecto cabalgando en la blandura gris de Platero. 
Cuando, yendo a las viñas, cruzo las últimas calles, blancas de cal con sol, los chiquillos gitanos, aceitosos y peludos, fuera de los harapos verdes, rojos y amarillos, las tensas barrigas tostadas, corren detrás de nosotros, chillando largamente: 
–¡El loco! ¡El loco! ¡El loco! 
...Delante está el campo, ya verde. Frente al cielo inmenso y puro, de un incendiado añil, mis ojos –¡tan lejos de mis oídos!– se abren noblemente, recibiendo en su calma esa placidez sin nombre, esa serenidad armoniosa y divina que vive en el sinfín del horizonte... 
Y quedan, allá lejos, por las altas eras, unos agudos gritos, velados finamente, entrecortados, jadeantes, aburridos: 
–¡El lo... co! ¡El lo... co!
Juan R. Jiménez
“Platero y yo”, VII

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