martes, 12 de julio de 2022

Análisis (Campbell) de el Libro VI: Descenso a las moradas infernales (Vaccarini)

El Libro VI Descenso a las moradas infernales, inicia con la llegada de Eneas y su armada a las costas Cumas, Italia. El caudillo[1] junto a su amigo Acantes, van a la caverna de la Sibila Deífobe, para que ella los guiara hasta el templo de Apolo, encontrado sobre una montaña. En el templo, la profetisa inspirada por Apolo le anuncia una serie de desgracias, si bien lo consuela: El camino de tu salvación está anunciado (Vaccarini:2009,54).
Eneas responde que tiene previsto los desafíos que lo aguardan, y que solo pide se le enseñe el camino hasta donde reside su padre. La pitonisa le advierte que es fácil entrar, pero (…) Lo difícil, Eneas, es regresar a la Tierra (Vaccarini:2009,54). Por lo que le impone la tarea de buscar un ramo de oro. En la frondosa selva que nos rodea hay un árbol que esconde un ramo de oro (Vaccarini:2009,55). Ante la consternación de Eneas por la prueba impuesta, su madre Venus manda a su ayuda unas grises palomas para guiarlo a hacia el ramo de oro.
Ahora si tenemos en cuenta la obra de Campbell, Eneas se encontraría aquí con La ayuda sobrenatural¸ aunque se diferiría de lo dicho por lo autor: (…) el ayudante sobrenatural tenga forma masculina (1959:73), la ayuda es divina y femenina, es su madre Venus quien ofrece al ayuda. La madre del héroe troyano participa activamente del camino de pruebas y en reiteradas oportunidades interviene para facilitarle el sendero (Emmert:2021).
Una vez con el ramo de oro, el héroe puede comenzar su camino hacia su padre. Cerca del templo se encuentra una cueva, la entrada al Averno. Eneas de acuerdo con los preceptos de la Sibila, realizo grandes sacrificios para Proserpina, tras lo cual Deífobe lo guía dentro de la cueva.
En el camino se encuentra con las guaridas del Dolor; la Venganza; las pálidas Enfermedades y también la Triste Vejez. Muy cerca estaban el Miedo; el Hambre –la mala consejera-; la Horrible Pobreza; el Sueño y se hermana, la Muerte, el Trabajo y, por último, los Malos Goces del alma. Al fondo vieron la mortífera Guerra y la Discordia (Vaccarini:2009,56), y otras criaturas. (...) Estos son los guardianes del umbral que apartan a los que son incapaces de afrontar los grandes silencios del interior. Son personificaciones preliminares del peligroso (…) (Campbell:1959,89) Eneas se hallaría en El vientre de la ballena.
No se detendrán a contemplar los horrores del umbral, avanzan, héroe y profetisa, hasta llegar al camino que conducía al Aqueronte, (…) el barquero Caronte. (…) Conducía una barca negra para trasportar a los muertos. (Vaccarini:2009,57) Eneas al ver el espectáculo de las almas que pedían subir a la cubierta, y donde, unos eran elegidos, otros rechazados, pregunta a la pitonisa cuál es el significado de tal escena, en respuesta ella señala que son almas insepultas, destinadas a bajar por cien años por la orilla antes de ser aceptadas. En esto, apareció el piloto Palinuro (Vaccarini:2009,57), quien pregunta por su destino, es la Sibila quien lo calma.
En la otra orilla, pasaje que relatará: el cruce de por el Aqueronte en la barca de Caronte, que solo pudo suceder por la visión del ramo de oro: En cuanto vio el ramo de oro (…) el recio barquero se volvió amable (…) (Vaccarini:2009,59). Continúa el relato de la llegada a la orilla, donde son recibidos por Cancerberos, perro de tres cabezas, Eneas quedó lívido ante la bestia; para apaciguar a la bestia, la Sibila Le lanzó una torta amasada con miel y adormideras, que el perro devoró (…) Enseguida se desplomó. (Vaccarini:2009,59).
Sigue su descenso, presencian las almas de los recién nacidos, las de los condenados por sentencia injustas, y la de los suicidas, entre las cuales se encuentra la de Dido con su pecho todavía abierto por la herida reciente (Vaccarini:2009,60). Eneas, entre llantos, inútilmente trata de justificar su partida, Dido lo rechaza irritada, y va los brazos de su difunto esposo, Siqueo. Dolorido, Eneas continua su camino (Vaccarini:2009,60) donde se encontrará con almas de conocidos, vera la puerta que conduce al Tártaro, y la torre junto a ella, donde, sentada, estaba la Furia Tisífone (Vaccarini:2009,60).
Se vería aquí al héroe en El camino de las pruebas o del aspecto peligroso de los Dioses, donde Eneas avanzaría hacia la oscuridad (Campbell:1959,97), se presentaría también, según Emmert (2021) un mitema, “El viaje”, de dos dimensiones: interior, la entrada del caudillo a lo espiritual, y física, la búsqueda de su padre.
Ahora han llegado al palacio blanco de Plutón, donde Eneas colocó el ramo en el dintel (Vaccarini:2009,61), luego de pasar por muchas puertas llegan a los Bosques Afortunados, es allí que dan con el alma Anquises, entre muchas otras sobras. El héroe desea abrazarlo, pero no puede, la imagen de filtró entre sus huesos, como un sueño (Vaccarini:2009,62). Sobre las sombras, que beben del río Leteo, Anquises rebela a Eneas que lo hacen para olvidar, para así después volver animar un cuerpo nuevo.
Pero Anquises, lo que quiere, y logra, es relatarle sobre su descendencia: comienza con mostrarle a su futura esposa Lavinia, Rómulo, fundador de Roma, sigue por mostrarle a César, a César Augusto, del cual dice llevará su imperio más allá de los caminos del año y del sol (Vaccarini:2009,64).
Finalmente, Había llegado el último momento en los infiernos. La Sibila condujo a Eneas por una de las puertas del Sueño, (…) volvió a la tierra y, (…) camino hacia el puerto. Sus compañeros lo acosaron con preguntas (Vaccarini:2009,64). Se lograría El regreso y la reintegración a la sociedad, Eneas habría conseguido llegar hasta su padre, ha llevado a cabo su misión. (Campbell:1959,179)


Bibliografía
  • Campbell, J. (1959). Primera parte: la aventura del héroe en El Héroe de las Mil Caras, Psicoanálisis del mito (L. J. Hernández, Trad.) Fondo de Cultura Económica. México. (Obra original publicada en 1949).
  • Vaccarini, F. (2009) Libro VI: Descenso a las moradas infernales en Eneas, el ultimo troyano. pp. 53-64. 2ª ed. Buenos Aires. Amauta.

[1] (…) mantenía alejada del Lacio a la flota comandada por el caudillo Eneas, (…)” (Vaccarini,2009:6)

lunes, 11 de julio de 2022

Terror en la literatura…

C. F. Feiling (en Ansolabehere:2019,12) sostiene que “un relato pertenece al género de terror si pretende, entre otras cosas, producir miedo en el lector mediante la intervención decisiva en su trama de elementos sobrenaturales, por lo común presentados como hostiles o dañinos para los seres humanos”.
La literatura de terror se caracteriza principalmente por producir miedo o temor en el lector a través de la manera particular de narrar los relatos, el autor utiliza personajes espeluznantes o aterradores como muertos, fantasmas alucinaciones, vampiros, brujas entre otros (Ramos:2017), a la vez que esgrime una variedad de recursos fuerzas oscuras esperando su oportunidad para invadir el mundo, la metamorfosis, el mal asociado con lo demoníaco, el sueño como creador de seres pesadillescos que cobran cuerpo en la vida real (Ansolabehere:2019), utilizan también inseguridades y creencias supersticiosas (Ramos:2017)
Y si bien, el comienzo de la literatura de terror, es decir el incremento de los relatos que presentan las características antes mencionada, sucedió hace unos doscientos años (se considera universalmente que el primer registro de un texto de terror es de finales del siglo XVIII) aun no se han escrito alguna teoría sobre este género literario. Celso Lunghi (2015) realiza una comparación con el género policial:

Si vas a buscar teoría acerca del policial te encontrás con seis bibliotecas, si vas a buscar teoría acerca del terror no hay, es como un género de divertimento y tiene sus propias reglas y sus propias pautas; es casi uno de los géneros más pautados que existen. (…) Stephen King con su libro Danza Macabra, (…) caracteriza al género y tiene una frase central que es “el escritor de terror es un garante de la norma”. Es un género muy conserva: que te marca límites, llegá hasta acá. Los cuentos infantiles originales son cuentos de terror que buscaban frenar la acción de los niños, asustarlos para evitar ciertas conductas.

La aterradora adolescencia
Esta falta de teoría no preocupa a los adolescentes. Ellos no están pensando en si algo tiene sustento teórico o no, lo que buscan es poder superar la realidad, algo que incentive su imaginación.
Las historias de terror son de los más buscados en la secundaria, sobre todo en los primeros años, por experiencia se que los alumnos se entusiasman con este tipo de historias, pero es más su recepción sin son relatos basados en leyendas urbanas o mitos típicos de la región. La pregunta sería entonces ¿Por qué el terror atrae tanto? Claudia Martínez (2016) responde “Será para superar lo que sucede en la realidad y que luego no nos asombremos” y Alicia Soria (2018): “Les permite explorar y comprender sus propias reacciones de miedo en un entorno que pueden controlar a su ritmo”. En tanto Elsa M. Ramírez Leyva (2006) sustenta que los adolescentes establecen una relación entre los libros y los filmes: el género de libros que los jóvenes dicen disfrutar más, coincide con el tipo de películas que eligen para ver en cine o en televisión: en ambos casos, prefieren el terror y la ciencia ficción, en decir, los chicos eligen libros cuyas historias han visto antes en cine o en televisión. Con esto podemos decir que los estudiantes de secundaria reconocen muchos de los elementos presentes en la literatura de terror, fantasmas, puertas chirriantes, castillo, gritos y aullidos, asesinatos, persisten en la construcción del ambiente de horror que por las películas o programas de televisión que ven.
Aunque esto nos permite darnos una idea del gusto al género por parte de los adolescentes, aun nos deja a sabor a nada. Y es que todo lo relacionando con adolescentes y literatura de terror está basados en observación sin mucho (o nulo) sustento académico o teórico, demostrando algo de suma importancia: no se tiene registro, algún trabajo académico o investigativo, donde de cuenta del porque la literatura de terror atrae tanto a los adolescentes y jóvenes, solo se puede experimentar uno mismo en las clases y maratones de lectura, a través del contacto con los mismos en situaciones de lectura libre.

Lengua y Literatura: terror y problemas
Bien, lo dicho anteriormente significa que ¿El género de terror es un problema para el docente de Lengua y Literatura?
En primer término debemos decir que, en Corrientes, tenemos un apoyo, el del Diseño Curricular Jurisdiccional Ciclo Básico de la Secundaria Orientada Lengua, que sostiene:
  • Efectuar recorridos de lectura a partir de la conformación de corpus de textos literarios agrupados por tópicos, técnicas narrativas utilizadas, géneros, etc.
  • Tipos textuales sugeridos: mitos, leyendas, fábulas, cuento tradicional, microrrelatos, cuento maravilloso, cuento fantástico, cuento de ciencia ficción, cuento de terror, novela de aventuras, coplas populares, romances, poemas tradicionales, teatro breve.
En segundo término, el gusto del alumnado por las historias de terror.
Y por último, en el caso de literatura, el género siempre tuvo un lugar mínimo o lateral en la historia de la literatura argentina, aunque en los últimos ha comenzado a ocupar un lugar preeminente en la literatura argentina. (Ansolabehere:2019)
Entonces la posible respuesta a la pregunta sería: existe una disyuntiva entre la falta de teoría, aunque si hay reconocimiento por parte de los diseños curriculares, sobre el género dificulta la tarea docente, y ese gusto adolescente por el miedo facilita la misma. No lo creo.
Para lograr responder, en primer lugar debemos saber con qué elementos contamos: para empezar el apoyo del Diseño Curricular de la Provincia, la iniciativa de los alumnos de secundaria por leer textos de terror, y la gran variedad de textos al alcance. Y sobre todo, un conjunto abrumador de datos que prueba el lugar preeminente que el terror ocupa en el campo literario argentino actual. (Ansolabehere, 2019)

El terror en la literatura argentina: desde el inicio hasta el fin del s. XX
El terror está prácticamente en el origen de la literatura argentina, como uno de sus elementos constitutivos, ejemplo de esto es que en varios de los textos “fundacionales” el terror es vinculado directamente con ciertas prácticas políticas, eje alrededor del cual se organiza la escritura. Ese interés por el “terror de la barbarie” se manifiesta también a partir de un tratamiento literario, donde se la esencia y el funcionamiento del terror. Un ejemplo es Facundo (1845) de Sarmiento, un texto casi poco visto en la escuela secundaria, pero donde trata de explicar el modus operandi que define al gobierno de Rosas, donde denomina la barbarie, y que a partir del terror como metodología predilecta del despotismo bárbaro.
En los años y las décadas que siguen pueden encontrarse en la obra de varios autores argentinos, aunque ninguno de ellos trabaja con el terror de manera sistemática, relatos notables, cuentos que merecen ser considerados obras de terror, como los de Quiroga o Lugones. Son cuentos del primero los que abundan, entre los textos de terror como tal, en los manuales y libros de lengua y literatura de secundaria, un texto canónico es Cuentos de amor de locura y de muerte.
A partir de la segunda mitad del s. XX nos encontramos cuentos de J. Cortázar, Bernardo Kordon, Abelardo Castillo. Pero habrá que esperar, al período post-dictatorial para encontrar en algunos escritores de primera línea, con un intento más sistemático de trabajar con el género, entre ellos Alberto Laiseca y C. E. Feiling, del último obtuvimos un concepto de relato de terror.

Terror en Argentina: fin del s. XX, los primeros años del s. XXI
Hoy en día existe una diversidad regional de escritores cuya obra se vincula con el género, lo que permite una riqueza mayor en cuanto a escenarios, como ocurre con el monte chaqueño o los esteros del Iberá en La casa junto al tragadero, de Mariano Quiroz, con la selva misionera en algunos relatos de Acheli Panza; o de aquello que interrumpe en la realidad para atemorizar, el uso de seres propios de la mitología o folclor del lugar donde nació o crio el autor; datos biográfico que en la mayoría de los casos se transforma en un elemento destacado de los textos. Lo que permite llevar al aula la voz de la región, para que los alumnos, como nos pide el NAP del Ciclo Básico, valoren la diversidad lingüística como una de las expresiones de la riqueza cultural de la región y del país; y que se formen como lectores críticos y autónomos que regulen y generen, un itinerario personal de lectura de textos literarios completos de tradición oral y de autores regionales.
Los autores moderno tienen un modo disímil en la forma en que trabajan con el terror, para S. Gasparini (2018) el terror en la narrativa actual argentina ha reorientados a personajes propios del terror literario y cinematográfico hacia lecturas políticas, ya sea del pasado nacional vinculado al terrorismo de Estado o bien en clave biopolítica; esto resulto en una nueva forma de narrar, donde lo ominoso irrumpe con la recuperación de viejos temas de la narrativa de terror (ocultismo, satanismo, presencia de lo monstruoso sobrenatural, leyendas populares) en un marco narrativo complejo, pleno de autorreferencialidad y de guiños paródicos que conviven con ese efecto de horror que parece incompatible con la razón, como Mariana Enríquez.
En fin, no es un problema el género de terror, al contrario es una respuesta valiosa para la educación, y no solo en lo que refiere a Lengua, sino también a otras materias, como Historia o Formación Ética, ya que permite, a través de sus relatos, rescatar cuadros históricos de la nación y confrontar situaciones en donde se juegan valores; un ejemplo seria la lectura de “Cuando hablábamos con los muertos” de Enriquez: aquí un grupo de amigas trata de contactarse con un “desaparecido” de la última dictadura cívico-militar, que termina poniendo a prueba la relación y amistad de las chicas.


Conclusión
Los textos que pertenecen al género de terror son aquello donde una fuerza extraña o un mal psicológico perturba, irrumpe desde del exterior o bien, si es un agente interno que domina al humano, cometiendo actos terribles. En la literatura nacional, el terror es un elemento fundacional, que predomina hasta el día de hoy, casi siempre unido íntimamente con lo político.
Los textos pertenecientes al género de terror son favorecedores, los estudiantes se prestan más a leerlos que textos pertenecientes a otros géneros; además muchos pueden ser utilizados como punto de partida para hablar sobre algún periodo concreto de la historia Argentina, como El Matadero para conversar sobre el periodo de gobierno de Rosas, Unitarios y Federales.
Pero lo es también para reconocer la riqueza de historias sobrenaturales de cada región. En Corrientes las historias sobre fantasmas, encantos, entierros, criaturas sobrenaturales, aparecen por todos los rincones; los correntinos somos criados con el Pomberito, el Hombre del Saco, el Silbador, la Luz Mala, que es tal vez la explicación más clara del por qué el adolescente correntino gusta de la literatura de terror.
En conclusión, el terror es algo inherente al ser humano, este ha inventado desde siempre historias tenebrosas y fascinantes, que permiten sobrellevar y prepararlo para enfrentar la vida cotidiana; la lectura de este tipo de texto en secundaria permite que el adolescente explore sus miedos más grandes, y encuentre herramientas para afrontarlos.



BIBLIOGRAFÍA
  • Ansolabehere, P. (2019). Clase Nro. 4: Terror. Literatura argentina: cuatro recorridos. Buenos Aires: Ministerio de Educación, Cultura, Ciencia y Tecnología de la Nación.
  • Gasparine, S. (2018) “Últimas inflexiones de la narrativa argentina de terror: las novelas de Celso Lunghi”. Estudios de Teoría Literaria. Revista digital: Artes, letras y humanidades, vol. 7, n° 13, pp. 51-59.
  • Lerma Ramos, S. (2017) “El miedo corre más que tú: diseño de una secuencia didáctica para el fortalecimiento de la comprensión lectora de cuentos cortos de terror en estudiantes de grado 7°” Trabajo de grado. Universidad tecnológica de Pereira. Facultad de Ciencias de la Educación. Licenciatura en Español y Literatura. Recuperado de https://core.ac.uk/download/pdf/92123317.pdf
  • Lunghi, C. (26 de septiembre de 2015). Literatura y terror: "En Argentina nos estamos apropiando del género" Entrevistado por Boris Katunaric. Agencia Paco Urondo. Cultura. Https://www.agenciapacourondo.com.ar/cultura/literatura-y-terror-en-argentina-nos-estamos-apropiando-del-genero
  • Martínez, C. (12 de Marzo de 2016) “Una experiencia para entusiasmar a los adolescentes con nuevas lecturas” Entrevista para la sección Bicentenario del Diario La Capital. Recuperado de https://www.lacapital.com.ar/bicentenario/una-experiencia-entusiasmar-los-adolescentes-nuevas-lecturas-n497599.html
  • Ministerio de Educación (2013) NAP Lengua. Ciclo Básico Educación Secundaria 1° y 2° / 2° y 3° años. Buenos Aires. Argentina.
  • Ministerio de Educación de la Provincia de Corrientes (s/a) Lengua en Diseño Curricular Jurisdiccional Ciclo Básico de la Secundaria Orientada.
  • Ramírez Leyva, E. M. (Coord.) (2011) La lectura en el mundo de los jóvenes ¿una actividad en riesgo? en Lecturas, escrituras y medios de comunicación. Universidad Nacional Autónoma de México. México. Recuperado de http://132.248.242.6/~publica/conmutarl.php?arch=1&idx=257
  • Soria, A. (6 de septiembre de 2018) “Por qué son recomendables los libros de terror para niños” Entrevistada por Gema Lozano. Ideas YOROKOBU. Recuperado de yorokobu.es/literatura-infantil-terror/

miércoles, 6 de julio de 2022

Coquena

Deidad diaguita-calchaquí protectora de las vicuñas, llamas y guanacos. Es un enano de rasgos indígenas, vestido de casaca, calzón, escarpines y sombrero de vicuña. Calza diminutas ojotas de duende. Anda silbando por los cerros. Masca coca continuamente, y procura ocultarse de la mirada de los hombres. Vigila con celo el ganado que pace en el paisaje andino. Cuando se ve moverse a lo lejos las tropas de animales sin que pastor alguno los conduzca, es que Coquena las arrea hacia sitios de mejor pasto.
También se dice que durante la noche lleva rebaños cargados de plata y oro extraídos de distintas minas cordilleranas hacía el Sumaj Orko de Potosí, para que sus riquezas no se agoten. Los bagajes van atados con víboras a guisa de cuerdas.
Es raro encontrarse con Coquena, pero si esto ocurre, se toma como un presagio nefasto. Tal visión no dura más que un instante, porque de inmediato se transforma en un espíritu. Castiga con dureza, pero también sabe otorgar bienes. Sus víctimas son los cazadores que diezman a los guanacos y vicuñas con armas de fuego, y los arrieros que cargan demasiado a sus llamas. A los buenos pastores los premia con monedas de oro.

En: Colombres, Adolfo;
Seres sobrenaturales de la cultura popular argentina.
Bs. As., Ediciones del Sol, 1986. p.64

martes, 5 de julio de 2022

Una manchita apenas... (Velmiro A. Gauna)

Una manchita apenas sobre la piel del brazo… Un lunar color cobre que se agranda día a día, con lentitud implacable, como la angustia amarga que muerde el corazón de Obdulio Vargas.
Una vez hace años leyó que... ¡No!... Cierra los ojos y los puños, aprieta los dientes y con el esfuerzo físico pretende alejar el pensamiento que aparece clavarse en el aire para volver, al rato, a clavarse como una flecha en su cerebro.
La página de la novela aquella se reproduce nítidamente en su imaginación y un fragmento escapa del recuerdo revivificado por la ansiedad: “Luis contempló en su brazo, a la altura del codo, una pequeña mancha cobriza. La punzó con un alfiler y no se extrañó al no sentir dolor. Él sabía que era indolora y él también sabía que esa mancha, no mayor que una moneda, era el comienzo de algo muy terrible que se llamaba: Lepra...”
Obdulio arroja sobre el lecho e, impotente para luchar contra la idea que lo obsesiona, desahoga su dolor mordiendo la almohada. Gruesas lágrimas corren por sus mejillas y un gemido sordo escapa de su garganta.
De vez en vez un temblor convulsivo recorre sus miembros.
En un ímpetu de rabia se recoge la manga y clavando la mirada en la mácula fatídica, impreca a Dios.
-¿Por qué, Señor?... ¿Por qué?... Si aún tengo toda la vida por delante… ¿Acaso no he sido bueno? ¿Acaso no he sido justo?... ¿Y, ahora? Yo que amaba la vida con todas las bellezas que tú has creado: las flores… los niños… las mujeres… tendré que alejarme de ellas porque estoy maldito… ¡Soy joven!... ¡Soy joven!... -clama- y tú me arrebatas el espíritu de la juventud con esta maldición.
Por su memoria pasa la visión de la isla Cerrito, sobre el río Paraná, donde se aloja a los enfermos, en una soledad de cielo y agua, y la voz se estrangula en la garganta.
De pronto reacciona. Una esperanza dispara sus baterías contra el muro de su miedo.
–¿Y si estoy equivocado?
Se yergue. Alza la frente y busca nuevos argumentos.
-¡Claro! ¿Por qué no habrías de equivocarme? ¿Quién soy yo para diagnosticar?... ¡eh! ¿Quién?
Entusiasmado se plantea cuestiones que él mismo responde.
-Un don Nadie, un profano en medicina, uno que en la escuela siempre sacó medianas notas en Anatomía…
Cada vez más animado prosigue el soliloquio.
-Ahora mismo iré a un especialista y él me dirá que eso no es nada o que es una simple erupción... o un eccema... o ¡qué sé yo!...
Ríe y se viste apresuradamente. Uno vez listo busca en un diario la nómina de profesionales y se pierde en un laberinto de nombres desconocidos.
– “Doctor J. Fernando, especialista en enfermedades de la piel” -lee- ¿Será bueno?... A ver este otro: “Dr. Rotman…” ¡No!... éste debe ser ruso… ¡Y qué importa, si es bueno!... ¡Cómo para andar ahora con los prejuicios raciales!
Y se pierde en una larga serie de disquisiciones mentales hasta que de pronto vuelve a la realidad. A la realidad de la mancha sobre el brazo que puede ser una erupción cualquiera, un eczema, o…
-Bueno -dice para ahuyentar la obsesión-. Iré a ver al doctor Fernando.
Apunta la dirección en una tarjeta y sale con paso apresurado. El tránsito y las escenas callejeras no consiguen disipar su preocupación.
-Una erupción… un eczema o…
Lentamente su voluntad flaquea, su paso se hace más lento y al llegar frente a un escaparate se detiene.
El temor a la verdad lo invade. En cruel vivir así con esa incertidumbre, pero más doloroso debe ser saber… Saber definitivamente y cruelmente, sin el consuelo de una esperanza.
Una señora con un niño se detiene a su lado.
-¡Mamá…! Compráme el oso… -pide la criatura.
-Pero Carlitos, si ya tienes muchos juguetes…
-¡Pero no tengo osos! ¡Yo quiero el oso!
-¡Oh, señor!... Estos chicos… estos chicos… -dice la mujer dirigiéndose a Obdulio-. Nunca están contentos con lo que tienen.
Él la mira sonriendo forzadamente y asiente.
-Así es, señora… así es…
Entonces se da cuenta que ha estado detenido frente a una exposición de juguetes.
El hilo de su paso sigue enhebrando cuadras hasta que llegar a una puerta que ostenta una chapa de bronce con el nombre del médico. Va a tocar el timbre y se arrepiente. Sigue andando y se queda en la esquina. Al rato vuelve y, tras un minuto de indecisión, quema sus naves. El portero lo introduce en la sala de espera.
Otras personas están en ella. La mayoría, bajo el peso de su íntima preocupación, permanece silenciosa. Reconcentrados. Habla con su vecina, una anciana que permanece con los ojos clavados en la puerta por donde ha de aparecer el médico. Se dirige a ella, pero, en realidad, habla para todos. En alta voz y con grandes ademanes.
-…entonces le dije al doctor: “Ya hace tres meses que sigo el tratamiento y no noto mejoría”. Y él me dijo: “Señora, tenga paciencia, debe continuar un largo tiempo…”
La anciana, sin prestarle mayor atención, asiente con la cabeza y ella continua:
-¡Ah!, pero yo no estoy para que me roben la plata… Lo dejé y me vine a ver a éste que dicen es muy buen médico…
-Lo es, en realidad… -interviene otra señora…
-Yo también lo creo, pero mi caso es difícil… Hace años tengo un eczema crónico en los…
Se da cuenta de que hay hombres y se corrige:
-… en el pecho.
-¡Número cinco!... –dice la enfermera.
La señora parlanchina se levanta, se arregla el zorro y entra orgullosamente en el consultorio.
Los demás quedan silenciosos. Más silenciosos aún que antes si es posible.

Obdulio sale del consultorio como entontecido. A través de los vagos términos con que el médico quiso disimular la gravedad de su mal, adivinó la palabra temida. Tiene la misma sensación de náuseas que lo invadió una vez, cuando pequeño, al pegar un mordisco a una manzana y encontrar que su interior estaba podrido y que, en medio de ella, se agitaba un horrible gusano. El gusano esta vez se llama ¡Lepra!
Ya en la calle le asaltan deseos de arrojarse bajo las ruedas de un vehículo. Se detiene en una esquina indeciso y descentrado. El mundo ha cambiado para él.
Cerca para el río Paraná, a su frente en las costas verdeantes del Chaco, distingue, no lejos, el campanario del convento de la Merced, pero ni el río, no la costa, ni la torre pertenecen ya a su mundo. Su mundo está lejos, en esa isla donde habitan los hombres de rostro aleonado, de miembros deformes, de carnes que se agrietan...
Hasta ayer era apreciado por sus amigos por su espíritu jovial, hasta ayer tenía una novia que lo adoraba… ¿Y ahora?
-¿Qué dirían sus amigos cuando lo supieran?... Y ella… ¿qué diría ella?
No se resigna y dice:
-¡Pero no!... ese médico debe estar equivocado… No es el primer caso… Iré a otro.
Penetra en un café, consulta el diario y va a ver a un nuevo galeno. El resultado es el mismo.
Dista mucho de darse por vencido y exclama:
-Iré a ver al doctor Rotman… Estos judíos, cuando salen buenos… son buenos. Iré a verlo.
Va, pero ya sin esperanzas. Como el jugador que arriesga su capital a una sola carta, decide confiar su destino a esa última prueba.
-Bien… -murmura fatalista al salir-. Estaba escrito…
En la ciudad tumultuosa, ajena a su dolor, es como una hoja seca que los vientos arrastran.
-¡Hola, Obdulio, qué tal!
Un amigo le palmea la espalda afectuosamente y lo invita a un café.
Obdulio acepta complacido. Tiene miedo de su soledad de condenado. Se reanima y habla de mil cosas indiferentes. Bromea y ríe sonoramente.
-Tú siempre optimista -le dice el amigo- ¡Dichoso de ti que no sientes penas!
Obdulio lo mira y calla. Interiormente piensa en la cara que pondría el otro si supiera que está hablando con un leproso, que termina de palmear a un leproso y el pensamiento, doloroso y cruel, le arranca, sin embargo, una risa sonora que no alcanza a reprimir.
-¿De qué te ríes? -inquiere el otro extrañado-. ¿Algún chiste?
-Sí, un chiste que terminaban de contarme cuando me encontraste…
-Repítelo, no seas egoísta…
-No lo recuerdo bien y, además, no lo sabría decir con gracia, pero, en cambio, te contaré el del loro y un náufrago.
Pasan las horas y el amigo propone retirarse, pero Obdulio, temeroso de sus pensamientos, lo acompaña hasta la puerta de su casa y luego va a visitar a su novia.
Es temprano todavía, pero comprende que debe hacer algo para olvidar, para no quedar a solas con su terrible secreto y con esa obsesionante idea que le indica un camino que su juventud se resiste a emprender.
Sube a un ómnibus atestado de pasajeros y se sitúa en medio del pasillo junto a un gigantón que apoya contra él todo el peso de su cuerpo.
-¡Si éstos supieran que soy un leproso! -piensa, e imagina el desbande que se produciría y la cara que pondría el gordo que lo roza.
Su novia, que no lo espera a esa hora, experimenta una agradable sorpresa. En la salita donde transcurren los coloquios Obdulio siente que una gran tristeza lo domina y queda inexplicablemente silencioso.
Ella, feliz, hable y proyecta, pero al cabo de un rato dice, entre mimosa y enfadada.
-Aún no me has pedido un beso y eso que mamá está en la cocina…
Galantemente él se defiende.
-Es que cuando más los espero, más dulces me parecen…
Ríe ella y después le ofrece los labios húmedos e incitantes. Y él la besa una, dos y más veces, ciegamente, como si quisiera en un momento cobrarse el placer que sabe se le va de entre las manos.
-¡Señor! -dice al fin la muchacha-. ¡Y yo que hoy te creía indiferente!...
Obdulio mira los ojos grises de la joven, la cabellera sedosa y perfumada, y las blancas manecitas que se abandonan entre las suyas y, sin querer, piensa:
-¡Qué linda que es!... Pobre, no sabe que está junto a un leproso…
Y la vuelve a besar frenéticamente, como queriendo olvidar con cada beso el martirio de su oculto pesar.
De casa de la novia vuelve al café, porque sabe que no podría resistir la soledad de su pieza y no tiene deseos de cenar. La pensión donde vive se le aparece fría y áspera como nunca.
Una copa, otra copa. Observa a los jugadores de billar. Juega unos partidos de naipe y sigue bebiendo. Más tarde se sienta a una mesa para leer la edición nocturna de un diario popular. Las letras danzan frente a sus ojos y el chocar de las bolas en la mesa próxima parce que le dijese burlonamente:
-¡Leproso!... ¡leproso!... ¡leproso!...
Paga la consumición y echa andar sin rumbo fijo. Quiere cansar el cuerpo para así retornar a dormir como un leño, olvidado de sus preocupaciones.
Poco a poco se va alejando de las calles céntricas. La brisa nocturna le refresca el rostro y él sigue… sigue…
Un reloj arroja en el seno de las sombras tres sonoras campanadas.
Un ómnibus avanza solitario y Obdulio asciende a él sin cuidarse del destino. Cuando, después de un largo viaje, el vehículo se detiene en una estación de las afueras, baja como un sonámbulo y marcha a través de los campos húmedos de rocío.
Siente deseos de irse lejos, de irse para siempre por el camino largo de la soledad.
Da con las vías del ferrocarril y sigue por ellas hasta divisar en la lejanía las luces de las señales como si fueran mariposas revoloteando en las tinieblas.
Del otro lado una lucecita diminuta denuncia al tren que llega.
Se detiene y observa la pequeña luz que, poco a poco, va agrandándose.
También es manchita del brazo iría agrandándose a medida que pasaran los días -reflexiona-, a menos que...
Sigue su mancha por entre los rieles, alta la frente y como persiguiendo entre las sombras a un sueño que se aleja rumbo al cielo decorado de estrellas.
Las vías trepidan bajo el peso de la máquina de acero.
Pero Obdulio sigue su marcha imperturbable.
Y el tren avanza... avanza... avanza...

En Otros cuentos correntinos. Pp. 91-98
Huemul, junio de 1979.

Una manchita apenas... durante mucho tiempo la lepra constituyó para la ciencia un grave mal de imposible curación, para el que sólo cabía el aislamiento del enfermo. En nuestro país tuvo particular importancia, sobre todo en zonas del interior y principalmente del litoral, como lo demuestra la existencia de numerosos lazaretos en el medio de la selva, aislados totalmente de la civilización, y en los que se alojaban gran cantidad de afectados.
En el presente cuento, Ayala Gauna ha querido trazar el drama interior del hombre desahuciado por los médicos, y al que no le resta sino renunciar a la vida para internarse en un lazareto, en plena juventud. Por este sentido fatalista de irremediabilidad, se emparenta con otros cuentos del mismo autor, por su gusto hacia el manejo de la tensión que el avance gradual del destino confiere a la narración. Aquí la diferencia está en el tratamiento interior del personaje, es decir que la tensión se logra en el plano psicológico, siguiendo la evaluación desde los primeros temores hasta la certidumbre, la rebeldía y finalmente la resignación. La utilización del monólogo interior indirecto es hábil y de efectividad para la intención del cuento.
Introducción por Eugenio Castelli
En Otros cuentos correntinos. Pp. 18-19
Huemul, junio de 1979.

En Una manchita apenas... -el drama del hombre desahuciado por los médicos, por su lepra- el tratamiento es más interno; la tensión se logra en el plano psicológico, siguiendo la evolución desde los primeros temores hasta la certidumbre, la rebeldía, y finalmente la resignación. La utilización del monólogo interior indirecto es hábil y de efectividad para el logro de la intencionalidad del relato.
Castelli, E. (s/a) Velmiro Ayala Gauna Hombre y tierra del litoral, p. 13. Ediciones Colmegna. Santa Fe. Argentina

domingo, 3 de julio de 2022

V Escalofrío (Platero y yo)

La luna viene con nosotros, grande, redonda, pura. En los prados soñolientos se ven, vagamente, no sé qué cabras negras, entre las zarzamoras... Alguien se esconde, tácito, a nuestro pasar... Sobre el vallado, un almendro inmenso, níveo de flor y de luna, revuelta la copa con una nube blanca, cobija el camino asaeteado de estrellas de marzo... Un olor penetrante a naranjas... Humedad y silencio... La cañada de las Brujas...
—¡Platero, qué... frío!
Platero, no sé si con su miedo o con el mío, trota, entra en el arroyo, pisa la luna y la hace pedazos. Es como si un enjambre de claras rosas de cristal se enredara, queriendo retenerlo, a su trote...
Y trota Platero, cuesta arriba, encogida la grupa cual si alguien le fuese a alcanzar, sintiendo ya la tibieza suave, que parece que nunca llega, del pueblo que se acerca...

Juan R. Jiménez, 
"Platero y yo", V