martes, 12 de julio de 2022

Análisis (Campbell) de el Libro VI: Descenso a las moradas infernales (Vaccarini)

El Libro VI Descenso a las moradas infernales, inicia con la llegada de Eneas y su armada a las costas Cumas, Italia. El caudillo[1] junto a su amigo Acantes, van a la caverna de la Sibila Deífobe, para que ella los guiara hasta el templo de Apolo, encontrado sobre una montaña. En el templo, la profetisa inspirada por Apolo le anuncia una serie de desgracias, si bien lo consuela: El camino de tu salvación está anunciado (Vaccarini:2009,54).
Eneas responde que tiene previsto los desafíos que lo aguardan, y que solo pide se le enseñe el camino hasta donde reside su padre. La pitonisa le advierte que es fácil entrar, pero (…) Lo difícil, Eneas, es regresar a la Tierra (Vaccarini:2009,54). Por lo que le impone la tarea de buscar un ramo de oro. En la frondosa selva que nos rodea hay un árbol que esconde un ramo de oro (Vaccarini:2009,55). Ante la consternación de Eneas por la prueba impuesta, su madre Venus manda a su ayuda unas grises palomas para guiarlo a hacia el ramo de oro.
Ahora si tenemos en cuenta la obra de Campbell, Eneas se encontraría aquí con La ayuda sobrenatural¸ aunque se diferiría de lo dicho por lo autor: (…) el ayudante sobrenatural tenga forma masculina (1959:73), la ayuda es divina y femenina, es su madre Venus quien ofrece al ayuda. La madre del héroe troyano participa activamente del camino de pruebas y en reiteradas oportunidades interviene para facilitarle el sendero (Emmert:2021).
Una vez con el ramo de oro, el héroe puede comenzar su camino hacia su padre. Cerca del templo se encuentra una cueva, la entrada al Averno. Eneas de acuerdo con los preceptos de la Sibila, realizo grandes sacrificios para Proserpina, tras lo cual Deífobe lo guía dentro de la cueva.
En el camino se encuentra con las guaridas del Dolor; la Venganza; las pálidas Enfermedades y también la Triste Vejez. Muy cerca estaban el Miedo; el Hambre –la mala consejera-; la Horrible Pobreza; el Sueño y se hermana, la Muerte, el Trabajo y, por último, los Malos Goces del alma. Al fondo vieron la mortífera Guerra y la Discordia (Vaccarini:2009,56), y otras criaturas. (...) Estos son los guardianes del umbral que apartan a los que son incapaces de afrontar los grandes silencios del interior. Son personificaciones preliminares del peligroso (…) (Campbell:1959,89) Eneas se hallaría en El vientre de la ballena.
No se detendrán a contemplar los horrores del umbral, avanzan, héroe y profetisa, hasta llegar al camino que conducía al Aqueronte, (…) el barquero Caronte. (…) Conducía una barca negra para trasportar a los muertos. (Vaccarini:2009,57) Eneas al ver el espectáculo de las almas que pedían subir a la cubierta, y donde, unos eran elegidos, otros rechazados, pregunta a la pitonisa cuál es el significado de tal escena, en respuesta ella señala que son almas insepultas, destinadas a bajar por cien años por la orilla antes de ser aceptadas. En esto, apareció el piloto Palinuro (Vaccarini:2009,57), quien pregunta por su destino, es la Sibila quien lo calma.
En la otra orilla, pasaje que relatará: el cruce de por el Aqueronte en la barca de Caronte, que solo pudo suceder por la visión del ramo de oro: En cuanto vio el ramo de oro (…) el recio barquero se volvió amable (…) (Vaccarini:2009,59). Continúa el relato de la llegada a la orilla, donde son recibidos por Cancerberos, perro de tres cabezas, Eneas quedó lívido ante la bestia; para apaciguar a la bestia, la Sibila Le lanzó una torta amasada con miel y adormideras, que el perro devoró (…) Enseguida se desplomó. (Vaccarini:2009,59).
Sigue su descenso, presencian las almas de los recién nacidos, las de los condenados por sentencia injustas, y la de los suicidas, entre las cuales se encuentra la de Dido con su pecho todavía abierto por la herida reciente (Vaccarini:2009,60). Eneas, entre llantos, inútilmente trata de justificar su partida, Dido lo rechaza irritada, y va los brazos de su difunto esposo, Siqueo. Dolorido, Eneas continua su camino (Vaccarini:2009,60) donde se encontrará con almas de conocidos, vera la puerta que conduce al Tártaro, y la torre junto a ella, donde, sentada, estaba la Furia Tisífone (Vaccarini:2009,60).
Se vería aquí al héroe en El camino de las pruebas o del aspecto peligroso de los Dioses, donde Eneas avanzaría hacia la oscuridad (Campbell:1959,97), se presentaría también, según Emmert (2021) un mitema, “El viaje”, de dos dimensiones: interior, la entrada del caudillo a lo espiritual, y física, la búsqueda de su padre.
Ahora han llegado al palacio blanco de Plutón, donde Eneas colocó el ramo en el dintel (Vaccarini:2009,61), luego de pasar por muchas puertas llegan a los Bosques Afortunados, es allí que dan con el alma Anquises, entre muchas otras sobras. El héroe desea abrazarlo, pero no puede, la imagen de filtró entre sus huesos, como un sueño (Vaccarini:2009,62). Sobre las sombras, que beben del río Leteo, Anquises rebela a Eneas que lo hacen para olvidar, para así después volver animar un cuerpo nuevo.
Pero Anquises, lo que quiere, y logra, es relatarle sobre su descendencia: comienza con mostrarle a su futura esposa Lavinia, Rómulo, fundador de Roma, sigue por mostrarle a César, a César Augusto, del cual dice llevará su imperio más allá de los caminos del año y del sol (Vaccarini:2009,64).
Finalmente, Había llegado el último momento en los infiernos. La Sibila condujo a Eneas por una de las puertas del Sueño, (…) volvió a la tierra y, (…) camino hacia el puerto. Sus compañeros lo acosaron con preguntas (Vaccarini:2009,64). Se lograría El regreso y la reintegración a la sociedad, Eneas habría conseguido llegar hasta su padre, ha llevado a cabo su misión. (Campbell:1959,179)


Bibliografía
  • Campbell, J. (1959). Primera parte: la aventura del héroe en El Héroe de las Mil Caras, Psicoanálisis del mito (L. J. Hernández, Trad.) Fondo de Cultura Económica. México. (Obra original publicada en 1949).
  • Vaccarini, F. (2009) Libro VI: Descenso a las moradas infernales en Eneas, el ultimo troyano. pp. 53-64. 2ª ed. Buenos Aires. Amauta.

[1] (…) mantenía alejada del Lacio a la flota comandada por el caudillo Eneas, (…)” (Vaccarini,2009:6)

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