Deidad diaguita-calchaquí protectora de las vicuñas, llamas y guanacos. Es un enano de rasgos indígenas, vestido de casaca, calzón, escarpines y sombrero de vicuña. Calza diminutas ojotas de duende. Anda silbando por los cerros. Masca coca continuamente, y procura ocultarse de la mirada de los hombres. Vigila con celo el ganado que pace en el paisaje andino. Cuando se ve moverse a lo lejos las tropas de animales sin que pastor alguno los conduzca, es que Coquena las arrea hacia sitios de mejor pasto.
También se dice que durante la noche lleva rebaños cargados de plata y oro extraídos de distintas minas cordilleranas hacía el Sumaj Orko de Potosí, para que sus riquezas no se agoten. Los bagajes van atados con víboras a guisa de cuerdas.
Es raro encontrarse con Coquena, pero si esto ocurre, se toma como un presagio nefasto. Tal visión no dura más que un instante, porque de inmediato se transforma en un espíritu. Castiga con dureza, pero también sabe otorgar bienes. Sus víctimas son los cazadores que diezman a los guanacos y vicuñas con armas de fuego, y los arrieros que cargan demasiado a sus llamas. A los buenos pastores los premia con monedas de oro.
En: Colombres, Adolfo;
Seres sobrenaturales de la cultura popular argentina.
Bs. As., Ediciones del Sol, 1986. p.64
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