Popularmente, "jeroglífico" es sinónimo de idioma incomprensible. Sin embargo, es del todo inteligible, y eso gracias a un jovencito de unos pocos años más que vos y a un descubrimiento accidental.
Egipto, 2 de julio de 1798. Napoleón, dueño de los destinos de Europa, llega a este lejano y misterioso país, tierra a la que su genio militar reconoce como puerta de Oriente y vital para realizar sus conquistas. Había partido hacia allí con nada menos que 38.000 hombres, embarcados en una titánica flota de 328 barcos. Su campaña incluía una marcha a través del desierto, y fue durante ella que Napoleón, enfrentado a las milenarias pirámides, al lado de las cuales su ejército parecía de juguete, pronunció su famosa frase: "Soldados!", les dijo en alta voz, "desde lo alto de estas pirámides cuarenta siglos nos contemplan".
La impresión producida por aquel antiquísimo mundo fue grande. En consecuencia, muchas reliquias del mismo fueron obtenidas por el ejército napoleónico para llevar a Europa. Allí, muchos expertos se dedicaron a estudiar las piezas y revelar sus misterios. No obstante, la más importante de ellas fue hallada por una casualidad. A siete kilómetros y medio de Rosetta, en el Nilo, se encontraba el fuerte de Rachid, en el cual se estaban haciendo trabajos de reparación. Excavando en cierto sector, el pico de un soldado dio contra lo que creyó que era una piedra. Al extraería, descubrió que era una losa oscura en la cual se hallaban grabados distintos signos incomprensibles. Napoleón aseguró inmediatamente el curioso hallazgo.
En 1807, un joven francés de apenas 17 años, Jean-François Champollion, lee en la Academia de Grenoble un trabajo de su autoría acerca de "Egipto bajo los faraones". Sus conclusiones son tan novedosas y lógicas, sus investigaciones tan serias y su retórica tan madura, que los académicos, impresionados, lo nombran, a pesar de su edad, miembro correspondiente. Les sorprende su perfecto dominio del hebreo, el árabe y el copto. Uno de estos académicos, llamado Fourier, fue quien le mostró por primera vez una copia de la piedra Rosetta, como ya era llamada la reliquia rescatada por Napoleón. Desde entonces, la meta de Champollion sería descifrar sus jeroglíficos, y así la lengua egipcia antigua.
Aquel mismo año de 1807 se trasladó a París, donde estudiosos como Foureroy o Silvestre De Sacy le prestarian todo su apoyo. Pero la victoria era absolutamente suya: dándose cuenta de que el texto de la piedra estaba dividido en tres columnas, una escrita en aquellos misteriosos jeroglíficos, otra en demótico y una tercera en griego, Champollion llegó a la conclusión de que el texto de las tres era el mismo y que, estudiando la versión griega. cuya lengua se conocía, era posible descifrar el resto. En efecto, al año siguiente aquella lengua secreta de los faraones comenzaba a ser de su dominio. El audaz jovencito resolvía así un rompecabezas de lo más singular.
Posdatas:
- Jean-François Champollion nació en Figeac (Francia) el 23 de diciembre de 1790 y murió en París el 4 de marzo de 1832.
- Un hermano de este gran egiptólogo, Jacques Joseph Champollion Figeac (1778-1867), fue un gran arqueólogo y ensayista, aunque resultó eclipsado por el brillo sin igual de su hermano menor, el inmortal descifrador de los jeroglíficos.
Revista Anteojito N°1541, p. 39-40
20 de septiembre 1994
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