I
Don Ramón Ibarra, alias El Jacha, era un paraguayo macaneador, peleador y chistoso que había trabajado de hachero en los obrajes de La Forestal y andaba por Reconquista haciendo changas. El origen del nombre es el siguiente:
Un día cayó a mi casa a pedir trabajo, todo flacón y sucio y vestido con dos arpilleras.
Mi madre estaba considerando un grueso rollizo de quebracho de más de una vara de diámetro que estaba tumbado en el patio desde tiempo inmemorial y no hacía más que estorbar; y dijo de don Ramón si era capaz de sacarlo y llevárselo.
-¿Y no fuera mejor picarlo leña? –dijo el hachero.
-Pero ¿se puede? Mire que es madera como fierro –dijo mi madre, por no decir: “¿Pero usté puede ese trabajo con la pinta que tiene?”, que es lo que estaba pensando.
-¿Y cómo no, señora? –dijo el paraguayo, bajando del hombro el hacha-. ¡Yo tengo confianza por mi jacha!
Estaban los tres chicos Castellani, que se pusieron a reír y lo bautizaron El Jacha.
A las dos horas el rollizo había desaparecido en un montón de astillas.
II
El Jacha era bravucón. Un día estaba tomando con un paisano en el boliche de Ventura, se mamaron bien los dos, empezaron a bravuconear, después a amenazar, después a insultar y después sacaron los cuchillos y se atropellaron.
El Jacha era bravucón pero cobarde. Quería batifondo, pero no hasta el fin, por lo cual vio con alegría que se levantaban todos los presentes a desapartarlos. Pero da la casualidad que todos lo asujetan al Jacha, mientras al otro solamente uno o dos, que era un paraguayo grandote, y forcejeando parecía que ya no mas se iba a soltar. !Amigo! cuando ve eso el Jacha empezó a los gritos:
—!Asujetelon! —decía—. !Asujetenlon! !Asujetelon al otro! !Asujetelon al otro, que yo, mal que mal, me asujeto solo!
III
Una noche el Jacha se iba a caballo para Ocampo, y se paró en la pulpería del Sombrerito, donde había una punta de paisanos hablando del tigre. Parece que había en las inmediaciones una bestia malísima que ningún paisano ha visto pero que ponderan muchísimo lo mala que es, y que llaman una tigraparida. El Jacha dijo que tuviendo el su facón y su poncho no le teme ni al diablo, cuantimenos a un tigre o dos.
Estaba Sandalio que sabe imitar el bramido de todos los animales, y estaba el bestia de Mascazzini. Salieron despacito del boliche y se emboscaron en el camino. Tenían una calabaza vacía con una vela adentro y dos buracos imitando ojos de tigre. Se escondieron en un matorral, y apenas cayo el Jacha ahí trotecito y bastante alegre con unos vasos de vino, le sacan la cabeza de tigre y empieza Sandalio a bramar que daba miedo. ¡Amigo! El Jacha volvió riendas, clavo espuelas y atropello pa donde pudo. Tenía su famoso tornado, un caballo esplendido, que estaba lo más tranquilo, y cuando si hubiese sido de veras tigre. Pero el Jacha pillo un julepe van grande que lo hizo atropellar por el monte, por un arbolito de espina-corona, que tiene unas espinas duras y tamañas, desgajo una rama entera del encontrón y la rama le quedo prendida del poncho todo por arriba de la espalda y el cogote. Se agacho el Jacha y empezó a castigar al tornado con toda el alma. Pero a cada salto del animal, saltaba la rama, y se le hincaban las espinas al Jacha, y el Jacha se agachaba y castigaba más fuerte. Quién sabe dónde hubiera ido a parar, si al pasar por la pulpería no salen todos los muchachos levantando los brazos gritando:
—¡Don Ramón! ¡Donda va! ¡Parese, parese!
Pero el Jacha, cada vez más agachado y pegando mas fuerte, contesto:
— ¡Si, parese, parese! ¿Y esto que llevo acatras prendido?
Con la mamua el pobre Jacha andaba creyendo que llevaba el tigre en ancas.
IV
El Jacha tenía un lindo alazán tornado, y andando el tiempo se casó con una viuda muy rica, pero mala. Le empezó a ir muy mal a don Ramón, como le habían predicho sus amigos. Pero el paraguayo no se ahogaba en playo. Se avivo, pensó bien el problema y en un golpe de audacia, perdió el caballo y gano una mujer buena.
Pero esta es una historia demasiado larga. Para otro día la dejamos. Algunos dicen que el Jacha copio esta historia de una comedia de Shakespeare, The Taming of the Shrew. Pero ¡que! A lo mejor los ingleses la han copiado del Jacha.
Leonardo Castelli
En Decíamos ayer…, 1968, pp. 385-387. Editorial Sudestada
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