Los grandes genios de la humanidad han necesitado mu-chas veces del apoyo del poderoso para llevar a cabo sus proyectos. Por grande que parezca, también el genio necesita de los otros.
Sin duda, uno de los más gran des genios de los tiempos modernos es el francés Luis Pasteur (1822-1895). Este año conmemoramos el primer centenario de su muerte. Sus estudios sobre la rabia, comenzados hacia 1880 y cristalizados en su descubrimiento de la vacuna que previene esta enfermedad, fue probada por vez primera en 1885. Con ella Pasteur llegaba a la cresta de su popularidad. Tuvo el raro privilegio de ser reconocido y recompensado en vida, aunque jamás olvidó sus modestos años de la infancia. Sin embargo, los comienzos de su campaña para popularizar la vacuna antirrábica fueron muy difíciles y necesitó acudir a ricos mecenas para cumplir con su plan: la fundación del Instituto Antirrábico. Por eso visitó a una dama adinerada, dueña de los famosos almacenes "Bon Marché", en París (Francia). Era Marguerite Guerin, viuda de Boucicaut (fundador del "Bon Marché”). Cuando la criada le anunció que un "anciano" que decía llamarse Pasteur pedía verla, ella le pidió que le preguntara si se trataba de "aquel Pasteur que cura la rabia". La criada volvió con la respuesta afirmativa y la viuda Boucicaut lo hizo pasar. Una vez frente a ella, Pasteur habló modesta mente de su proyectado Instituto y le dijo lo bien que le vendría una pequeña colaboración, por poca que fuera. La viuda le dijo que siendo así, ella colaboraría con algo. Le entregó un cheque y Pasteur, agradeciéndolo, salió de la mansión. Sólo cuando estuvo fuera leyó el importe: era un millón y medio de francos, por aquel entonces, una fortuna. Pasteur se echó a llorar, era más de lo que había esperado.
...que Marguerite Guerin (1816-1887) fue una de las más grandes benefactoras francesas?
Además de la donación que hizo posible el Instituto de Pasteur, a su muerte dejó en su testamento casi toda su fortuna a los empleados del "Bon Marché" y a los pobres de Paris (Francia).
Además de la donación que hizo posible el Instituto de Pasteur, a su muerte dejó en su testamento casi toda su fortuna a los empleados del "Bon Marché" y a los pobres de Paris (Francia).
Revista Anteojito N°1597, p. 33
17 de octubre de 1995


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