sábado, 26 de abril de 2014

Palabras y expresiones de otros idiomas sin equivalente en castellano

La pesadilla de todo traductor es no poder encontrar términos equivalentes en distintos idiomas. Existen muchas palabras en idiomas extranjeros que no pueden expresarse con una sola palabra en español, sino que necesitan toda una frase o expresión que las explique. Por eso, si alguna vez sentiste que querías expresar algo pero no encontrabas la palabra exacta en español que definiera dicha situación o sentimiento, aquí descubrirás palabras y expresiones de diferentes lenguas que puedes adoptar para aquellos casos en que el español no sea suficiente.

Pochemuchka
Esta palabra proveniente del idioma ruso se utiliza para definir a una persona que hace muchas preguntas y que resulta molesta, pesada. En español podríamos decirle “preguntón” pero no completa totalmente el significado. La palabra Pochemuchka proviene de la palabra rusa “pochemu” que significa “por qué”. A su vez, el vocablo se inspira en un famoso libro infantil ruso titulado “Alesha Pochemuchka”, que relata la historia de un niño de alrededor de 5 años que preguntaba mucho y nunca se terminaba de sentir satisfecho con las explicaciones.

Hyggelig
Cualquiera que visite Dinamarca escuchará enseguida el término "hyggelig" y será la primera palabra que aprenda en danés. Se trata de una expresión coloquial que simboliza el sentimiento de estar a gusto en un lugar acogedor, sentirse cómodo. Los habitantes adoran el término "hyggelig" y lo utilizan para definir esas situaciones con una atmósfera de armonía y calidez.

B'shert
Este termino se trata de una palabra relacionada al ámbito humano y personal, de origen
hebreo, y es utilizada para expresar la acción de buscar al "bashert", que sería la persona con la que uno se complementa perfectamente y de manera mutua. En español, podríamos llamarlo algo así como la búsqueda del alma gemela.

Pilkunnussija
Esta palabra con origen en Finlandia, se utiliza para definir a aquellas personas que corrigen compulsivamente la gramática y ortografía de todo texto a su alrededor. Se pasan el día marcándole los errores a todo el mundo, generando antipatía entre quienes lo rodean y obsesionándose a niveles exagerados.

L'esprit de l'escalier
¿A quién no le ha pasado que durante una conversación o ante un comentario que lo toma de sorpresa, no logra expresar la respuesta más afortunada posible, pero un rato después ella llega a la mente con demora? Bueno, los franceses tienen una expresión para definir esto. "L'esprit de l'escalier" se utiliza para definir ese momento en que llega la respuesta ideal pero demasiado tarde, situación que genera cierta bronca.

Iktsuarpok
Este término inventado para explicar algo muy raro. Su origen es esquimal y se utiliza para definir a una persona tan impaciente, que sale de su casa (de su iglú, para los esquimales) una y otra vez para comprobar si han llegado sus invitados, con una actitud un tanto obsesiva.

Meraki
Este término griego relativamente moderno se utiliza para calificar un acto cuando se realiza con gran creatividad y dedicación, de manera apasionada, poniendo el corazón o el alma en dicho asunto. Se usa cuando se puede decir que uno da algo de uno mismo para hacerlo, como el hecho de preparar una comida para alguien o decorar una casa.

Tingo
Este término proveniente de la Isla de Pascua se utiliza para describir la acción de pedir o tomar prestados diversos objetos de la casa de un amigo o vecino, uno tras otro, hasta no dejar ninguno. Un conocido libro español sobre el tópico de este artículo menciona esta palabra es su nombre: “El significado de Tingo”, del autor Adam Jacot de Boinod. Allí se analiza una gran cantidad de vocablos interesantes, de diversas culturas y de imposible traducción.

Kualanapuhi
Con este término, los hawaianos se refiere a un servidor del rey que se dedica a alejar de su amo las moscas u otros insectos que puedan molestarlo durante el reposo. Utiliza una especie de cepillo hecho de plumas para tal fin, que va agitando mientras el rey duerme plácidamente.

Uitwaaien
Esta palabra de origen holandés se encuentra en los diccionarios con el significado de "un soplo de aire fresco". Se dice que comúnmente se utiliza este término en Holanda para expresar el placer de pasear cuando sopla algo de viento solo por diversión y por el disfrute de sentir el aire en la cara.

Ohrwurm
Muchas veces desearíamos tener en el idioma español una palabra que defina esto. Con
"ohrwurm" los alemanes se refieren a esas canciones tan pegadizas que se meten en el cerebro y se repiten una y otra vez, tararéandolas todo el día en la mente. Y como sabemos, no suelen ser las mejores obras musicales, sino muy por el contrario. ¿Inmediatamente se te ocurrieron dos o tres ejemplos de este tipo de canciones? ¡Ojalá tuviéramos en el español una palabra para definirlas!

Nunchi
Seguro tienes algún amigo con esta característica o quizás tú mismo eres así. Los coreanos utilizan el término "nunchi" para hablar de aquellas personas con tan poca fortuna que suelen emitir los comentarios más inoportunos en las situaciones menos adecuadas. Cualquier persona que haya estado alguna vez en una reunión social ha tenido que vivir algún momento incómodo a cargo de un "nunchi".

Yoko meshi
Esta expresión en japonés de la que tampoco hay un equivalente en español, se utiliza para el ámbito culinario. Su significado es “arroz horizontal” o “comida que se come por los dos lados”. A su vez, este término posee otro significado, en sentido figurado, que se refiere a la inseguridad o el stress que se siente al hablar un lenguaje que no es el propio.

Gadrii Nombor Shulen Jongu
¿Te parece una expresión un poco extensa? Bueno, ésta es la manera con la que los tibetanos definen esa situación en la que se brinda una respuesta pero de manera errónea o inapropiada, es decir que no responde realmente a la pregunta que se había hecho.

Guanxi
Este término con origen en la China tradicional denomina un sistema de dicha cultura por el cual una persona realiza un intercambio de regalos o favores de manera interesada, con el objetivo de obtener a cambio ciertos favores en el futuro cercano. Los regalos muchas veces, como parte de esta tradición china, son invitaciones a banquetes o a cenas en restaurantes, en los cuales la persona que primero ingrese se hará responsable del resto.

Taarradhin
¿Cómo llamarías a una situación en la que un problema se resuelve en favor de todos y dejando contentos al total de los involucrados en la cuestión? Seguramente no se te ocurra ningún término en español, pero los árabes le llaman "taarradhin". Quizás, similar a la expresión italiana tutti contenti.

Mamihlapinatapai
¿Complicado de pronunciar? Se trata de un término expresado en Yaghan, una lengua del sur argentino, proveniente de la provincia de Tierra del Fuego. Este vocablo se utiliza para referirse a ese momento en que dos personas se miran mutuamente esperando que el otro haga algo, ambos compartiendo este mismo deseo, pero ninguno tiene la voluntad de hacerlo.

Litost
Este término checo es bastante utilizado y propio de la expresión literaria. Se podría definir como un sentimiento que engloba muchos otros: tristeza, nostalgia, pena. Es una especie de estado de miseria que genera una profunda angustia. Uno de los genios de la literatura checa, Milan Kundera, autor de famosas novelas como “La insoportable levedad del ser”, habla de este término: “He buscado vanamente en otras lenguas el equivalente de esta palabra, porque me parece difícil imaginar cómo alguien puede comprender el alma humana sin ella”.

Ilunga
Esta palabra es de origen tshiluba, idioma proveniente del sudoeste del Congo. Es muy famosa por no poder se traducida. Se la suele definir como la altura moral de una persona que le permite llegar a perdonar y olvidar una ofensa repetida hasta en dos ocasiones, pero ya no una tercera, cuando no soportará ni perdonará nuevamente.

Forelsket
Este término de origen noruego es extremadamente romántico. Expresa en una palabra la etapa en que comienzas a sentirte enamorado de alguien, con toda la euforia y emoción sentida en aquella primera instancia del enamoramiento. Ahora que la sabes, aunque hables español, podrás utilizarla para revelar un sentimiento, sin que la otra persona se entere hasta averiguar su significado.

jueves, 24 de abril de 2014

Los toros

Al pintor Zuloaga.
Cuando yo entro en la casa, un perro se pone a ladrar.
—¡Calla, «Carlín»!—dice doña Isabel.
—Buenas tardes, doña Isabel—le digo yo a doña Isabel—. ¿Y don Tomás? ¿Ha salido ya?
El perro se llega hasta mi, con la cabeza baja, gruñendo sordamente. Una voz grita desde el despacho:
—¿Es usted, Azorin? Pase usted.
Yo entro en el despacho. Don Tomás está subido en una silla, con las manos tendidas hacia la parte superior de un armario en que aparecen colocadas ocho o diez sombrereras. Don Tomás coge una y la baja; luego va bajando las otras.
—Estoy aquí buscando un sombrero- me dice.
—Pero estos son sombreros de copa—le digo yo examinando las sombrereras.
—Si, éstos son de copa; pero yo estaba buscando uno ancho que debe de estar por aquí.
—Y ¿todos estos sombreros son de usted? — le pregunto yo.
—Todos son míos; aquí tengo yo la historia de mi vida—dice él.
—Ya sé que ha sido usted un elegante-;-torno a decirle yo.
—Entonces se podía vestir—vuelve a decirme él—; pero ahora no hay ningún sastre que corte una levita como aquéllas. 
Don Tomás saca de una sombrerera un sombrero de copa.
—¿Ve usted este sombrero?—me dice— Este lo llevé yo a la reunión que celebraron los romeristas en el teatro de la Comedia el año... 
Don Tomás permanece un momento pensando; después pregunta:
—Azorín, ¿usted no sabe en qué año se celebró la reunión de los romeristas en el teatro de la Comedia?
—Yo no sé, don Tomás—le contesto yo—; pero tengo idea de que debió de ser allá por 1898.
—¿Está usted seguro? ¿No fué antes de la otra reunión que tuvimos en la Exposición Universal de Barcelona?
Don Tomás, mientras pronuncia estas palabras, saca otro sombrero de otra sombrerera.
—Este es—dice, enseñándomelo—el sombrero que yo me puse para asistir a esa reunión de Barcelona.
—Y teniendo sombreros en casa, ¿por qué se compraba usted cada vez un sombrero? le pregunto yo.
—Le diré a usted—contesta él—; yo iba a Madrid de tarde en tarde. Llegaba a Madrid, compraba un sombrero, luego lo traía aquí, y cuando tenía que volver al cabo de algunos años, ya había pasado de moda y era preciso comprar otro.
Don Tomáá ha sacado otro sombrero de otra sombrerera.
—Aquí tiene usted éste—dice, levantándolo a la luz—; éste casi está bien aún. Este lo compré para asistir a la última reunión que celebramos en el frontón de Jai-Alai el año...
Don Tomás torna a quedarse pensativo.
—¿Recuerda usted, Azorín, cuándo fué la reunión de Jai-Alai?
—No sé, don Tomás—le contesto—; me parece que fué en 1900 o en 1899.
—No, no—dice don Tomás—; yo creo que fué antes. Yo estrené entonces una levita que debo de tener por aquí.
Y rápidamente don Tomás abre un ropero y comienza a revolver americanas, pantalones, gabanes, chaquets.
Doña Isabel aparece en la puerta.
—¡Pero, Tomás!—exclama doña Isabel— Mira que ya va siendo tarde...
Don Tomás se vuelve con una levita colocada en el hombro.
—¡Voy, voy!—grita don Tomás—. ¿Os habéis arreglado ya? Lo malo será que el temporal siga esta tarde...
Don Tomás se pone precipitadamente un sombrero blanco. Todos salimos a la entrada. Y se oye un rumor de sedas, un taconeo ligero, rítmico, una tos fina: Juanita aparece, viva, nerviosa, tocada con una mantilla blanca y con unos claveles en la mano.
—Mamá—ha dicho Juanita dirigiéndose a doña Isabel; pero, de repente, se ha detenido, como sintiendo reparo en decir lo que iba a decir. Juanita tiene un rostro ovalado, suavemente moreno, con transparencias e irisaciones de bronce, de un bronce delicado, pálido, que sólo se ve de tarde en tarde, por azar maravilloso, en las mujeres morenas.
Los ojos de Juanita son grandes, negros; una luz misteriosa, que parece que se enciende vivamente de pronto y de pronto se apaga, los ilumina. Los labios son carnosuelos, rojos. Los pies son pequeños, agudos, arqueados, con una curva suave sobre los altos y sutiles tacones; los puntos y calados de una media negra de seda dejan transparentar la piel blanca, sonrosada. Y como rasgo final que completa nuestro retrato, en las sienes de Juanita aparecen unos aladares finos, sedosos, rizados, que ponen sobre la tez ambarina un trazo de negrura. Un pintor de las cosas de España jurarla que Juanita no podía ser de otro modo.
— Mamá—dice Juanita por segunda vez, enseñándole los claveles a doña Isabel. Pero un trueno acaba de retumbar, lejano, apagado.
—¿Está tronando?—pregunta doña Isabel.
—Sospecho que esta tarde hay también lluvia— dice don Tomás.
—Mamá—dice por tercera vez Juanita, ya impaciente, nerviosa—, mamá, ¿cómo me pongo los claveles?
—La secretaria—dice doña Isabel sonriendo—, la secretaria ha dicho que se pueden llevar en la cabeza y en el pecho.
—¡Sí, si!—exclama Juanita riendo vivamente, en tanto que la línea de su pecho se mueve con ligeras ondulaciones.
—¿Qué secretaria es esa?—pregunto yo.
—Es la secretaria de «La Ultima Moda», a quien consultan las suscritoras, y ella contesta a lo que le preguntan.
—Verá usted—dice Juanita—. Y rápida, con un rumor de seda y de taconeos rítmicos, desaparece y torna a aparecer con un periódico en la mano.
Nosotros le hemos preguntado cómo se llevaban los claveles para ir a los toros—dice doña Isabel.
—Y ella—continúa Juanita—contesta lo siguiente: «Los claveles se llevan en la cabeza; pero también pueden prenderse en el pecho. Estos claveles, generalmente, son rojos; sin embargo, se pueden usar también blancos, haciendo con los dos colores una linda combinación.»
—¡Estamos enterados!—dice don Tomás, dando en el suelo con su bastón.
La luz comienza a disminuir; retumba otro trueno pavoroso, tremendo.
—Ya tenemos encima el chaparrón—observa don Tomás.
Todos callamos consternados y nos asomamos a la puerta para mirar las nubes plomizas que cubren el cielo. Un faetón, uno de estos faetones pesados, venerables, simpáticos, de los pueblos, acaba de detenerse ante el portal.
—Ramón—le dice don Tomás al criado que lo conduce—. Ramón, ¿qué le parece a usted? ¿Nos mojaremos esta tarde?
Ramón sonríe y contesta:
—Me parece que sí, señor.
Brilla un relámpago vivísimo; un trueno estalla con un ruido seco y formidable. Y comienza a caer una lluvia densa, cerrada. Allá abajo, en la feria, la gente corre despavorida y abre precipitadamente los paraguas.

Araña pollito (Velmiro A. Gauna)

Siesta en Misiones. El sol lanza a los hombres al resguardo de las casas y hunde a las alimañas de la selva en cuanto amparo sombreado les ofrecen los árboles o las cosas.
En los caminos desiertos sólo se ven, a intervalos, las nubecitas de polvo que levantan las lagartijas que cruzan de un lado a otro la picada, y al pie de las barrancas ásperas y rojizas, al Altó Paraná que hierve en remolinos en las costas y pasa imponente y encrespado por el profundo cauce.
Críspulo Vargas está solo en el aserradero. Los peones se fueron por la mañana hacia Eldorado, varios kilómetros adelante, para ver pasar el barco que viene desde Puerto Aguirre, traer provisiones y de paso, caña paraguaya y cigarros contrabandeados desde el Paraguay por los Benítez para el turco Elías, el bolichero de la entrada del pueblo que apenas si chapurrea el castellano, pero que habla el guaraní a la perfección.
Críspulo es el capataz y hombre de confianza de Vladimir Letinsky, un polaco dueño de ese y de otros establecimientos en el territorio y quien, en su estancia cerca de Apóstoles, se viste de "smoking" y actúa como un gran señor en sus comidas, para terminar emborrachándose como el último mensú en las sobremesas. Pero esas son cosas que no tienen importancia para el correntino Vargas, para quien "el patrón es el patrón" y puede hacer lo que le dé la gana, siempre que le pague puntualmente su salario.
Deja la mecedora donde ha estado dormitando y se asoma a la galería del bungalow que lo cobija. La intensa luz hace pestañear por un momento sus ojillos oscuros y el calor pone perlas de sudor en su rostro aceitunado; pero él, indiferente y sin más abrigo para la cabeza que sus cabellos lacios y duros como crines, baja el camino disponiéndose a hacer una recorrida.
Primero va al galpón de las maquinarias, donde la brillante hoja de la sierra mecánica reluce como espejo, inspecciona los tablones amontonados a un costado y dispuestos en tal forma que el grueso tronco conserva su forma habitual, como si el filo de la delgada hoja no lo hubiese tajado en diversas secciones. Mira luego los rollizos apilados en el patio, llegados algunos desde el interior al lento paso de los "alzaprimas" y arribados, otros, en jangadas por las bullentes aguas del río y elevados hasta ese lugar a costa de sudor y de esfuerzos.
Hay allí pino del Brasil, viraró, cedro misionero, peteribí y varias otras maderas de la rica flora del contorno. Cruza el tabacal y, satisfecho, vuelve a la casa por un sendero bordeado de plantas de bananas. Observa los cachos y reflexiona:
-Ya están a punto... Mañana los voy a hacer cortar.
Para cerciorarse mejor palpa los largos frutos verdosos que comienzan a amarillear en los extremos. De pronto, al hacerlo, siente un agudo pinchazo en uno de sus dedos.
-¡Añamemburetá!... - dice irritado y desenvainando su machete, corta de un certero golpe el pesado racimo. Cae éste con violencia sobre la tierra del camino y algunos frutos saltan desperdigados a los costados.
Machete en mano, Críspulo observa vigilante hasta que ve asomar unos largos tentáculos negros que se desplazan sin ruido. Rápido levanta con una mano el manojo de frutos y lo arroja hacia el frente, y allí, casi a sus pies, ve el bulto negro y horripilante de una "araña pollito". El animal levanta sobre sus gruesas patas el redondo, sombrío y aterciopelado cuerpo. Es grande, casi como un puño, y parece dispuesto a lanzarse sobre el hombre; pero éste baja una y otra vez el machete con furia salvaje y lo destroza en menudos pedazos mientras lo insulta profusamente en castellano y guaraní.
-¡Tomá añamembú!... ¡Picá otra vez, araña infeliz!... ¡Sucú, hija de... !
Y no contento con eso, salta sobre los restos y hunde los negros trozos en el rojizo polvo de la senda.
Después atiende a su picadura.
-Menos mal que jue en la surda... - se consuela.
En el extremo del dedo mayor tiene un punto rojo, alrededor del cual la carne comienza a hincharse.
Vuelve a la casa y baña su mano en alcohol. Aprieta el dedo con fuerza, como queriendo expulsar por el casi invisible agujerito la ponzona recibida.
Siente un dolor intenso y como si pequeños pinchazos le recorriesen la mano. Va de un lado a otro sin saber qué hacer. Mueve continuamente los dedos, como para activar la circulación, pero encuentra que la mano se le pone cada vez más torpe. El dedo medio es, ahora, un enorme cilindro enrojecido y tiene la impresión de que millones de agujas se le clavan en la palma.
-Estoy embromau... -dice-. Voy a dir p'al pueulo.
Súbitamente recuerda que los peones llevaron el jeep y los caballos.
-¡Pucha!... ¿Y ahora?
Toma un gran trago de caña y vuelve a recurrir al antiséptico. Pero todo es en vano. La mano le pesa como una carga y el agudo dolor le hace apretar los dientes.
-Si voy a pie capá que no llego -reflexiona y sigue bebiendo caña-.
Una raya roja avanza por debajo de la piel de la muñeca. Críspulo sabe que cuando ella llegue al corazón todo habrá concluido. Va hasta el camino y avizora en la lejanía.
-¡Y lo muchacho sin venir!... ;Caracho!
Los dedos violáceos carecen de movimiento y la raya, lenta, pero implacablemente, sigue subiendo a lo largo del brazo. La fiebre le reseca los labios y la garganta, y la caña resbala por sus fauces, sin aplacar la sed devoradora ni disminuir los dolores.
Camina como un borracho, sosteniendo con la derecha la mano emponzoñada. Creencias infantiles perdidas en la subconsciencia, se hacen vívidas en su cerebro.
-¡Virgen de Itatí!... ¡Salvame y te he de hacer un regalo!... He de ir nicó a visitarte y a resarte si me sacás d'este apuro... - ruega con voz desfallecida.
La línea purpúrea Ilega casi a la mitad del antebrazo. La fiebre y el dolor lo arrojan sobre la sombra fresca del galpón. Allá arriba el cielo azul parece dorarse con el sol de la siesta tórrida. A su alrededor todo es silencio y soledad.
La conciencia del peligro lo mantiene despierto, aunque un pesado sopor quiere detenerlo junto a la frescura del zinc de las paredes del galpón para dormirse sobre el pasto suave y mullido que allí crece.
-¿Qué voy a hacer?... - se pregunta.
De pronto una luz se hace en las tinieblas de su cerebro, embotado por la fiebre, y, dando tumbos, entra al aserradero, donde lo recibe el reflejo plateado de la enorme sierra circular.
Busca en la caja de herramientas y da con el ovillo de un fuerte cordel.
Ayudándose con los dientes y la mano sana, hace una lazada y la ciñe cerca del codo del brazo enfermo. Después, a costa de grandes esfuerzos, hace pasar el ovillo sobre uno de los tirantes del techo y ata el extremo a una de las patas de la mesa de la sierra. A ratos debe descansar, fatigado por el trajín. A veces quiere dormirse sobre la mesa o le tienta el fino aserrín que cubre el piso, pero su enorme fuerza de voluntad se impone.
Trabajosamente recita los trozos de oraciones que recuerda y se encomienda a la virgen favorita. Aprieta el botón y la sierra se pone en marcha.
Críspulo, entonces, cierra los ojos, y juntando los restos de energía que dispone, apoya el brazo enfermo contra la hoja rugiente. La mano tronchada salta y cae sobre la mesa donde queda como un enorme sapo al borde de un charco de sangre negra y espesa, en tanto que el hombre, al otro costado, cuelga del muñón sangrante, mientras el cordel se pone tenso por el peso del cuerpo y ciñe cada vez más, impidiendo la hemorragia.
Y así lo encuentran al regreso los peones, media hora después, cuando atraidos por el ruido de la sierra, llegan al galpón. Vendan como pueden el muñón, aprietan aún más la ligadura y lo llevan en el jeep hasta el puesto sanitario de Eldorado donde el médico al verlo mueve la cabeza con gesto desesperanzado, diciendo:
-Hay que volver a cortar a la altura del codo. No creo que se salve, aunque estos correntinos...
Y sin decir más lo hace poner en la camilla y da comienzo a la operación.
* * *
Pero el doctor estuvo errado, porque después de pasar varios días entre la vida y la muerte, Críspulo se repuso y volvió al trabajo con un brazo menos y un nuevo mote: "Araña Pollito".
Sin embargo, no hay quien se lo diga cara a cara, porque, manco y todo, Críspulo maneja como luz su "marcagallo" y muy pocos le ganan a hacer blanco con su "44".
Velmiro A. Gauna


Críspulo Vargas es típico representante del correntino que se ha consustanciado con la vida dura y sin treguas de la selva; mensú, como muchos otros hermanos devorados por la selva, ha sabido imponerse siempre con su personalidad indomable y recia como el quebracho, y así ha podido llegar a capataz del obraje, cargo al que acceden solamente hombres de contextura excepcional. Y esta contextura se revela intensamente en dicho cuento, donde la tragedia inesperada -la picadura de una araña pollito que le emponzoña un brazo- no amilana su entereza y, con una fuerza de voluntad titánica, que no desfallece ni aun en medio de la fiebre, se amputa el mismo el miembro engangrenado, colocándolo en los dientes de una sierra; es la ley de la naturaleza: lo esencial es la vida, única esperanza del hombre, frente a la cual debe ceder todo aquello que ya no sirve para la lucha diaria; y una vez más el hombre sobrevive, porque ha respondido de igual a igual al desafío del destino. Cuento recio, de hondo dramatismo y lograda gradación de intensidad.

Castelli, E. (s/a) Velmiro Ayala Gauna Hombre y tierra del litoral, p.19. Ediciones Colmegna. Santa Fe. Argentina

lunes, 21 de abril de 2014

Agua del Cielo

Mito creacionista Tehuelche

En la actualidad, la tierra de la Patagonia la pide a gritos, pero en el misterio de los mitos del ayer hubo agua, mucho agua.
En el origen de todo, Kooch, el Creador, lloró agua salada de sus ojos y formó un mar inmenso. Fue Elal (es el héroe creador y educador de los tehuelches), hijo del gigante Nóshtex y de una nube quien secó las tierras más australes de América, llevó animales amigos y creó a los hombres para que la habitaran.
En la región existía agua buena y abundante y había vegetación y muchas clases de animales. Incluso una ballena, la gigantesca Goss, que se tragaba enteros a los animales y a los indios, con caballo y todo. Viendo esto, Elal la mató y la tiró al agua y, desde entonces, las ballenas viven en el mar y se acercan a las costas de Puerto Madryn para ver la tierra donde vivían antes.
Edal también vio que había poca tierra y mucho agua para tantas criaturas, entonces ordenó a los lobos marinos, ballenas y otros animales que se fueran al mar, y al resto les dejó el dominio de la tierra y el aire.
Aquellos que ven más allá que los demás aseguran que las aguas de la Patagonia guardan extraños secretos y criaturas fantásticas. Algunos de ellos son:
Goos, luego de muerta por Elal fue la barca mítica que llevaba las almas aborígenes por el Mar de la Muerte hacia las tierras del más allá.
La sirena Petín, hija del sol y la luna, y esposa de Elal que vive en el fondo del mar austral y levanta las mareas cuando ven el cielo la luz de su madre luna.
En los lagos que custodian Los Andes habita el Lafquen trilque, cuero maligno que con su tranquila apariencia de cuero de novillo, se adhiere a quién pase cerca de él con las agudas uñas ocultas y llevarlas a lo más hondo del lago.
El caleuche, barco fantasma que anda debajo del agua del lago Mascardi y de pronto aparece todo iluminado para disolverse en la oscuridad momentos después. El que lo ve es porque el caleuche encantado quiere llevárselo para tomarle el espíritu y desechar el cuerpo que después aparece flotando.

domingo, 20 de abril de 2014

La leyenda del nacimiento de los siete monstruos

Desde aquella mañana de silencios en que Jahari fue sepultado, la calma reina en la aldea. Tume Arandu continua descubriendo misterios en las hierbas que crecen en el valle, Guarasyáva se hace dueña de los secretos de los animales del agua. Porãsy, en su reinado de belleza y hermosura pasea por los montes hablando con los pájaros. Tupinamba sigue conquistando cerros con su fuerza inigualable. Marangatu cuida a su unigénita con infinita bondad y ella, Kerana es el apodo de la hija única de Marangatu, ella duerme. Kerana, bella como sus tías, está en la flor de la adolescencia, sus ojos tienen el brillo del movimiento de las aguas cuando juegan con el sol. Sus delicadas manos existen sólo para las caricias. Su boca tiene la consistencia de la carne de las papayas maduras. Sus piernas han sido torneadas por el agua y los vientos con infinita dulzura. Kerana, la suavísima dormilona. Kerana, la joven más codiciada de toda la tribu.

Todos disfrutan de los escasos momentos en que la dormilona deja su hamaca para pasearse por la aldea, pero aún nadie imagina la desgracia que su belleza encierra para ella y para toda la gente que está a su lado.
Desde lo más oscuro de las sombras nefastas, Tau, el espíritu del mal, observa a la niña. La observa con deseo. La observa con pasión lujuriosa. La observa para encontrar los puntos débiles y atacarla. La quiere para sí y está dispuesto a todo para conseguirla.
El espíritu maligno se decide ahora a atacar. Para aparecer en la tierra convierte su repugnante cuerpo en el de un joven apuesto y elegante. Vestido como un extranjero acierta a pasar por la aldea donde Kerana duerme sus dulces sueños. Lleva entre sus manos un flauta mágica que hace sonar junto a la hamaca de Kerana. La niña despierta y ve al joven. Nunca antes había visto un joven tan hermoso. El genio maléfico sonríe grotescamente para sus adentros, pero en el exterior de su ingenioso disfraz la sonrisa es casi celestial y la mirada suavemente acariciadora. Kerana, hechizada por la música, la mirada y la sonrisa, lo escucha con placer. Más tarde el joven sigue su camino dejando extasiada a Kerana. Pero la estrategia del espíritu maligno es observada con detenimiento por Angatupyry, el espíritu del bien. “¡No te será fácil!” piensa para sí Angatupyry. La calma de otrora ya ha sido rota. Aunque en apariencias todo esté como entonces, en los cielos ha comenzado la lucha.
***
Kerana duerme y sus sueños son ocupados por una única imagen, la del joven que pasó como pasa la suave brisa, dejándola un placentero recuerdo.
Pero Tau le tiene preparadas otras trampas a la niña hija de Marangatu. Dos días después de su primera aparición vuelve con el sonido de su flauta mágica a despertar a Kerana. La niña ahora lo escucha embelesada. Ya no es sólo música lo que trae el joven desconocido. Ahora conversa con ella. Le cuenta historias maravillosas. La enamora. Angatupyry observa las visitas de Tau que ahora se hacen diarias. Un paseo por el monte. El obsequio de una mariposa de radiantes colores. Miradas de pasión.
Angatupyry decide intervenir. Primero siembra la duda en la niña. Le hace soñar sueños escandalosamente repugnantes. En sus pesadillas, Kerana ve como el joven apuesto y tierno se transforma en un horrible monstruo, se transforma en el mismísimo Tau. Pero la innata ingenuidad de Kerana la lleva a contar sus pesadillas al joven. Cuando Tau se entera de los sueños cae en la cuenta de que es acosado por Angatupyry y decide enfrentarlo. Como tantas otras veces, Tau y Angatupyry se han de trabar en una lucha sin tregua. Eligen como escenario los grandes campos cercanos a las colinas de Areguá.
***
La lucha es fragorosa. Durante seis días con sus noches se han debatido los espíritus contrapuestos cruzándose en furibundos encuentros cuerpo a cuerpo. Lanzándose llamaradas de odio. Kerana ha dormido esos seis días completos sin levantarse ni abrir los ojos.
Tau y Angatupyry, trenzados en recio combate, continúan ahora la lucha. Una vez más Angatupyry está venciendo. Tau extenuado trata de evadir las feroces embestidas del espíritu del bien. Una vez más el bien triunfará sobre el mal. En su lecho, Kerana comienza a tranquilizarse. Tau se va retirando de sus sueños.
Angatupyry sonríe viendo casi vencido a su eterno enemigo. Tau muerde el polvo de la derrota. Rueda por el campo una y otra vez tratando de esquivar los arrestos de Angatupyry. Su monstruoso cuerpo herido y dolorido ya no da para más, está a punto de retirarse del combate. Ya es el séptimo día de lucha y Tau se ve a merced de su enemigo, pero con el último aliento invoca al dios del valor. Lo invoca sabiendo que él también puede morir para siempre jamás con esa súplica.
Pytãjovái, ayúdame a vencer—, gime desde el suelo Tau.
Pytãjovái, ayúdame—, repite con desesperación viendo avanzar a Angatupyry.
Un viento de fuego frena el ataque de Angatupyry. Tras las llamas se escucha la horrenda carcajada de Tau. Pytãjovái ha escuchado los ruegos del malvado y se ha presentado en el campo de batalla con todas sus armas. No crecerá más el pasto donde el aliento del dios del valor ha sido expulsado. Angatupyry yace moribundo. Tau se levanta y mira altivo con sus ojos cargados de maldad. Kerana despierta de pronto. Marangatu que ha estado observando el largo sueño de su hija intenta hablarle pero la niña le pide que la deje sola y sube a lo alto de un árbol desde donde escruta el horizonte. Tau, convertido nuevamente en el apuesto joven se dirige hacia ella sin oposición alguna.
***
Kerana escucha el sonido de la mágica flauta del joven que le ha hecho perder la cabeza. Hechizada, baja del árbol y corre por el monte al encuentro del mágico sonido. Fundidos en un largo abrazo los jóvenes se saludan. Tau, desde su disfraz de ingenuo, por primera vez le habla con lascivia. Le habla de sus deseos más recónditos. Se desenfrena haciéndola protagonista de los placeres carnales que él imagina. La niña pretende resistirse pero Tau, conducido por sus propias ansias, se muestra ante ella con toda su fealdad convirtiéndose de pronto en el terrible monstruo que es. Grita Kerana y toda la tribu acude a su llamado. Tau se aferra a su presa y huye enceguecido. Nadie puede detenerlo. Lo ven alejarse llevándose consigo a la bella Kerana.
Tau conduce a la niña a su inaccesible morada y la persuade de intentar escaparse
No lo intentes, morirás si pretendes irte—, le dice con su voz de trueno.
Tau, a partir de entonces sacia su sed de placer en el joven cuerpo de Kerana.
Sometida, la niña llora desconsoladamente y su llanto enfurece aún más al terrible espíritu del mal.
No seré tuya jamás— grita Kerana cada vez que el monstruo la posee, pero el grito es apagado por los ensordecedores gruñidos de Tau.
La tribu implora, clama, pide a Arasy que interceda para lograr el milagro de rescatar a Kerana. La indignación y el estupor han invadido a las gentes que ahora piden un castigo ejemplar para el raptor desalmado. Arasy escucha los ruegos y maldice a Tau, lo maldice para toda la eternidad y maldice a toda su descendencia.
***
Siete lunas han pasado desde aquel día aciago en que Kerana fue raptada por el malvado. Siete lunas han observado pálidas de espanto la desesperación de la niña. Ahora Kerana está dando a luz. Ella espera un niño, pero la maldición de Arasy le ha hecho engendrar un monstruo.



Kerana da a luz un horrible monstruo de siete cabezas. Siete de cabezas de perro cuyos ojos despiden llamaradas. Siete cabezas de perro y un horrible cuerpo de lagarto. En el futuro será conocido como Teju Jagua. Siete cabezas de perro que le condenan a la inacción. Su ferocidad fue aniquilada por deseo de Tupã y, contrariamente a su horrenda figura, se alimenta solamente de frutas y de la miel que su futuro hermano menor, Jasy Jatere le lleva hasta su escondrijo. Kerana, asediada permanentemente por Tau, parió un hijo cada siete lunas. Todos sietemesinos. Todos fenómenos deformes. Todos malvados.


El segundo hijo del mal vio la luz con la forma de una gran serpiente con cabeza de loro y un descomunal pico. Su bífida lengua, roja como la sangre. Su piel escamosa y veteada. Su cabeza emplumada. Su mirada maléfica. Se le conoce con el nombre de Mbói Tui, ronda por los esteros y protege a los anfibios. Adora la humedad y las flores. Se lo puede identificar sin verlo pues lanza terribles y potentes graznidos que se escuchan desde tantísimas lejanías.





Kerana, abrumada por la pena, apabullada por el incontrolable Tau, carcomida por la certeza de estar engendrando monstruos capaces tan sólo de hacer el mal. Dolida porque su cuerpo es el artífice que está dando forma a un ejército terrible, pare su tercer hijo:

Se le conocerá en el mundo de los hombres con el nombre de Moñái y tal como su antecesor inmediato, su cuerpo es el de una enorme serpiente. Posee dos cuernos rectos e iridiscentes que funcionan como antenas. Sus dominios son los campos abiertos. Sube a los árboles con gran facilidad y se descuelga de ellos para cazar a las aves con las que se alimenta, a quienes domina con el hipnótico poder de sus antenas. Es por ello que también se dice que es el señor del aire. Moñái protege el robo y lo fomenta. Ladrones y sinvergüenzas aún hoy lo invocan en sus fechorías.

En su cuarto período de gestación, Kerana siente que al fin hay algo de humano en su vientre. A los siete meses, como ha ocurrido con todos sus hijos anteriores, pare a un niño de dorados cabellos y piel muy blanca, pero el niño ha nacido con un bastón áureo en su mano derecha.
Una leve presión sobre su varita mágica y el niño, al que llaman Jasy Jatere, desaparece volviéndose invisible. El niño horroriza a su madre desapareciendo y apareciendo en lugares increíbles. Jasy Jatere será el duende que en las siestas, escudado en su figura de niño, asediará a las jóvenes y a las niñas que se animen a salir solas, conquistándolas y poseyéndolas con los poderes de su mágico bastón. Dominará a las abejas y de ellas obtendrá la miel con la que se alimentará, cuyos restos lleva hasta la cueva donde vive su hermano mayor, Teju Jagua.






Kerana no tiene consuelo. Ya hace más de dos años que se encuentra presa del espíritu del mal y Kerana sigue contando los días. Su radiante cuerpo de otrora se ha deformado debido a los maltratos que ha recibido en forma constante por parte de Tau


Ahora Kerana da a luz al quinto engendro del mal. Su figura se parece en mucho a la de Tau, en sus rasgos agudos. En su piel oscura, en el cabello de alambre y la boca grande. Se le conocerá por su nombre: Kurupi, que llenará de temor a las jóvenes, y también se le conocerá por su principal característica física: un enorme y larguísimo pene que lleva enrollado a la cintura. Sus ataques a las mujeres solas que se aventuran por la selva serán mucho más furibundos y crueles que los de su hermano Jasy Jatere. En esos casos Kurupi viola y mata a sus víctimas. Pero su mayor diversión es raptar a las vírgenes, quienes desparecen misteriosamente para regresar encintas y listas para parir a los siete meses. Los hijos de Kurupi, sin embargo, mueren al séptimo día de un extraño mal. Kurupi domina a los animales silvestres y no abandona nunca la selva donde reina con el poder de su sensualidad, excepto para raptar a sus víctimas.

Cansada, desilusionada, entregada y mustia, Kerana da a luz a su sexto hijo. Una vez más sietemesino. Una vez más monstruoso. Se le conocerá con el nombre de Ao Ao. Posee la
facultad de reproducirse solo y vive en una gran manada en las zonas más inhóspitas de cerros y montañas. El Ao Ao se alimenta de carne humana y vive persiguiendo a las gentes que se aventuran por los cerros. La única manera de salvarse de la manada es trepando a un pindó. Cualquier otro árbol en el que se refugien los perseguidos será desarraigado por sus terribles garras y derribado en poco tiempo pero al parecer, el pindó posee algún hechizo contra la ferocidad de estos monstruos. El Ao Ao es cuadrúpedo pero cuando ataca se para en dos patas. Sus poderosísimas garras y su cabeza feroz nos recuerdan a un oso, pero su cuerpo es como el de una oveja y bajo esa apariencia logra que las gentes se acerquen sin temor.

El séptimo alumbramiento de Keraná fue tan terrible como los seis anteriores. Esta vez, de su vientre, nació una criatura totalmente contrahecha. Su cabeza, semejante a la de un perro, deja ver una larga hilera de filosos dientes de diferentes tamaños. 
Sus orejas son pequeñas e impuestas en la parte superior del gran cráneo. Su cuerpo esmirriado y seco, sus extremidades mitad humanas, mitad garras le dan un aspecto desgarbado. Se le conocerá con el nombre de Luisón
Luisón habita en los campos santos y se alimenta de los cadáveres que allí desentierra. Se le puede escuchar en las noches de luna llena, cuando emite sus lastimeros y aterrorizadores aullidos trepado a las lápidas de las tumbas.
Luisón fue el último alumbramiento de Kerana. Tau, parece concentrarse ahora en alimentar el malvado espíritu de su prole y se olvida de la doncella. Vejada y arruinada la pobre Kerana duerme cada vez más para evitar las lágrimas, infructuosamente, pues hasta en sueños llora…

sábado, 19 de abril de 2014

La carretilla


En el arroyo grande, que la lluvia había dilatado hasta la viña, nos encontramos, atascada, una vieja carretilla, perdida toda bajo su carga de hierba y de naranjas. Una niña, rota y sucia, lloraba sobre una rueda, queriendo ayudar con el empuje de su pechillo en flor al borricuelo, más pequeño, ¡ay!, y más flaco que Platero. Y el borriquillo se despechaba contra el viento, intentando, inútilmente, arrancar del fango la carreta, al grito sollozante de la chiquilla Era vano su esfuerzo, como el de los niños valientes, como el vuelo de esas brisas cansadas del verano que se caen, en un desmayo, entre las flores.
Acaricié a Platero y, como pude, lo enganché a la carretilla, delante del borrico miserable. Lo obligué entonces, con un cariñoso imperio, y Platero, de un tirón, sacó carretilla y rucio del atolladero, y les subió la cuesta. ¡Qué sonreír el de la chiquilla. Fue como si el sol de la tarde, que se quebraba, al ponerse entre las nubes de agua, en amarillos cristales, le encendiese una aurora tras sus tiznadas lágrimas.
Con su llorosa alegría, me ofreció dos escogidas naranjas, finas, pesadas, redondas. Las tomé, agradecido, y le di una al borriquillo débil, como dulce consuelo; otra, a Platero, como premio áureo.

Juan Ramón Jiménez, "Platero y yo", XXXVII.

viernes, 18 de abril de 2014

Los bailes (Velmiro A. Gauna)

Doña Petrona prepara la masa para los "chipás", las sabrosas tortas de almidón de mandioca que han hecho su fama en Crucesitas. Sus rollizos brazos morenos están empolvados hasta el codo y su frente comienza a perlarse de sudor por el esfuerzo.
Afuera la naranja del sol madura en el cielo tropical y sus reflejos sobre las aguas del río, disparan luminosas saetas en la diafanidad del aire.
Jacinta, la mayor de sus hijas, está en el patio calentando el horno mientras Rosa, la menor, se afana cosiendo su vestido de fiesta.
- ¡Mamá!... - dice de pronto esta última. En su voz tiemblan los acentos de un ruego.
Anticipándose al pedido, la madre truena desde la cocina:
- ¡No!...
- Pero... - protesta la muchacha - si no iba a pedirle nada. Solamente quería saber una cosa.
- Bueno... - contesta doña Petrona desconfiada - preguntá nomás...
- ¿Cuántos años tenías cuando empezaste a dir a los bailes? Ya serías medio bichoca, ¿no?
- ¡Bichoca!... ¡Hum!... Si apenas tenía quince...
- Y yo tengo dieciséis y entuavía no me has dado el gusto.
- ¡No!... ¡No!... ¡No!... - replica la progenitora -. Ya te dije que no irías.
Rosa calla pero no abandona la esperanza y sigue afanosa ocupada en su trabajo. Aunque desde hace quince días vive procurando inútilmente conseguir el permiso para ir al baile en el almacén de don Rosendo, espera que, a última hora, el milagro se produzca. No en balde le ha venido rezando a la Virgen de Caá-Cupé y le ha prometido encender, frente a su imagen, un paquete de velas.
Da la última puntada y la asegura, luego va a la cocina a preparar la plancha para estirar la pollera. Ya lleva el cabello ceñido por una cinta roja que no consigue, sin embargo, rivalizar con el rojo de sus labios frescos.
La madre la sigue con la mirada sin decir palabra y se ve a sí misma unos veinte años atrás. Igual que ella tuvo que luchar contra la resistencia de sus mayores, igual que ella estaba ansiosa de entregarse en los brazos de un hombre al compás de la música.
***
Rosa ya ha cargado la plancha con brasas y sale a dejarla sobre una piedra en el patio para que se caliente. Al agacharse, sus caderas se muestran rotundas, pese a su nubilidad, y cuando se incorpora, en la blusa se marcan los senos enhiestos.
- ¡Já!... - Dice doña Petrona - ¡Y cómo se le van a dir al humo los hombres cuando la vean! Mesmo que moscas a la miel...
El grito de un niño que llega desde la pieza interior arranca a Jacinta de frente a la boca del horno.
- ¡Ahí tenés...! - tiene ganas de decir la vieja - lo que traen los bailes...
Porque fue hace tres años, más o menos, que a ruegos de su comadre Emeteria, dejó ir a uno de ellos a su hija mayor. En lo mejor de la fiesta la guardiana quedó dormida y la muchacha mareada por la música y las bebidas, olvidó los consejos recibidos y salió con un joven a tomar "un poco de aire".
A los nueve meses vino al mundo Rómulo, su primer nieto.
¡Y qué lindos eran los bailes! Aún recordaba cuando ella fue por primera vez. Llegó temprano y se acomodó en una silla en un rincón. El piso estaba bien barrido y recién regado. El olor a tierra mojada le hacía cosquillas en la nariz. Ella estaba tiesa dentro de sus enaguas almidonadas y temerosa de que nadie la sacara a bailar.
Pero no fue así, los "damos" disputaban por sacarla y hasta hubo un intento de riña por su causa que no llegó a mayores debido a la presencia del comisario.
Bailó y bailó hasta aturdirse, y cuando Pedro, el hijo del patrón que estaba pasando las vacaciones en la estancia, la invitó a salir afuera a descansar, ella no pudo negarse.
Fueron debajo de los naranjales de la quinta. Había un intenso perfume de azahares en el aire.
Se sentaron sobre la hierba, mullida y fresca. Pedro la tomó de las manos y le habló dulcemente. Sus labios ardientes se posaron en los suyos y se durmieron en un beso. Todavía recordaba cómo, a través del follaje, pudo ver el brillar de las estrellas en la noche.
Así nació Jacinta.
Recién a los tres años volvió a otro baile con el firme propósito de mirar solamente. Para distraer sus ocios bebía una copa de anís de tiempo en tiempo. El calor y el alcohol minaron su resistencia y al promediar la noche era la más entusiasta danzarina.
Fiel a la promesa no salió con nadie de la sala de fiesta, pero, en cambio, permitió que un forastero, lo más serio, la acompañase de vuelta hasta el rancho.
A mitad del camino sintió un gran cansancio y se sentaron a descansar bajo un ombú. Poco a poco fue apoyando la cabeza en el pecho del hombre arrullada por sus palabras.
Así nació Rosa.
Doña Petrona sacude la cabeza como para ahuyentar los recuerdos, modela las tortas, las pone sobre hojas de achira y las coloca en una fuente que Jacinta se encargará de llevar al horno.
Rosa, en la pieza cercana sigue planchando sus galas y de vez en cuando la mira con ojos lastimeros.
No dice nada pero ella comprende su muda súplica y poco a poco su tierno corazón se va ablandando.
Cuando termina la tarea llama a las hijas a su alrededor y dice:
- Ya no puedo aguantar más la mirada 'e carnero degollau de ésta, ansí que la vua dejar dir.
Rosa abre sus enormes ojos y abraza agradecida a la madre.
- Pero - prosigue - vas a dir con Jacinta pa que te cuide...
Reflexiona un rato y concluye sentenciosa:
- ... Y yo vua dir pa cuidar 'e las dos... ¡Ya no quiero más críos en la casa!... ¡Si sabré yo lo que son los bailes...!
***
Los viajeros que llegan en busca de los afamados "chipás" de doña Petrona cuando ven en el patio a tres criaturas de pocos meses, gateando, exclaman:
- ¡Qué igualitos! Parece que fueran trillizos...
La madre y las dos hijas enrojecen y callan.
Pero a veces el visitante insiste.
- ¿Cómo se llaman?
- Rosa, como yo... - dice alegremente la menor.
- Juan - contesta Jacinta indiferente.
- ¡Pascual Bailón! - responde secamente la vieja y dando vueltas entra furiosa a la cocina.
Velmiro A. Gauna


Ribetes humorísticos tiene también doña Petrona, la protagonista de Los bailes, quien después de asesorar con su experiencia a sus hijas, antes de un baile, termina por ir ella también y dejarse arrastrar por una "aventurita".

Castelli, E. (s/a) Velmiro Ayala Gauna Hombre y tierra del litoral, p.22. Ediciones Colmegna. Santa Fe. Argentina