Fue preciso que el sol se ocultara sangriento,
que se fueran las nubes, y se calmara el viento,
que se pusiese el cielo tranquilo como un raso,
para que aquella gota de luz se abriese paso.
Un punto imperceptible en el cielo en el cielo amatista,
casi menos que un punto, creación de mi vista.
Tuvo aún que esperar apretada en capullo,
a que se hiciese toda sombra en torno suyo.
Entonces si se agrandó, se abrió como una flor,
una férvida planta cuajóse en su interior,
y embriagada de luz empezó a parpadear...
No tenía otra cosa que hacer mas que brillar.
Baldomero F. Moreno
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