El gaucho nace y se desenvuelve en presencia de una naturaleza amplia, abierta, inconmensurable y este espectáculo, presente siempre a su espíritu, favorece, sin duda, el desarrollo vigoroso del sentimiento de la personalidad. Necesita, para vivir, dominar el corcel que vuela bajo su impulso, matar el toro de cuya carne se alimenta, soportar perpetuamente el sol, las lluvias, los huracanes impetuosos como un soplo pujante de la eternidad. De ahí su coraje, su arrojo, su firmeza.
Pero aquel desierto donde sólo puede uno ampararse de los rayos del sol bajo los pocos árboles que derraman su sombra sobre la faz de la pampa, como si fueran nubes venidas de los cielos para templar en algo los rayos de la luz, según la expresión del poeta; esa naturaleza donde discurren el toro y el potro, que es necesario matar y domar para vivir y moverse, tiene otros aspectos que inspiran sentimientos de una índole diversa de los que explican los rasgos varoniles de la fisonomía del gaucho. Por las tardes, cuando el sol se esconde majestuosamente entre rojizas nubes, como el rey de la creación envolviéndose en una púrpura incomparable; cuando al sombras se extienden sobre la llanura; cuando el silencio misterioso de la pampa es sólo interrumpido por los gritos del tero y del chajá, y las melancólicas estrellas comienzan a brillar en el purísimo azul de un cielo sin fin, parece que el alma hallase, por momentos, en el desierto, una especie de crepúsculo de la gloria, destinado a las más tiernas efusiones del sentimiento y a esas meditaciones severas en que vislumbramos los contornos del mundo prometido. La luz que se va, las nubes ligeras que flotan en la atmósfera como velos de ángeles invisibles, la brisa perfumada que riza la verde grama semejante a un mar de esmeralda, los sordos rumores, la solemne quietud de la inmensa soledad, todo convida al amor, a la esperanza, a la melancolía; todo suscita y despierta es vida recóndita del mundo interior, nunca más activa y poderosa que en las horas en que la vida externa pareciera extinguirse. Por eso el gaucho es amante, por eso es músico y poeta.
Pedro Goyena.
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