Me dio los buenos días, y dejó en mi ventana
Tres rosas de su huerto, fragantes, deliciosas,
Húmedas de rocío. Desde el cristal, las rosas,
Cual tres imaginarias, ideales
Cabezas fraternales,
Sobre mi mesa asisten a mi trabajo. Siento
El solitario apoyo de su aliento
Común, en que la idea se perfuma
De bondad, y al surgir besa la pluma.
¡Oh, clara, fresca y suave compañía
Que me hizo bueno en todos los actos de este día!
Pues fue mi corazón como una fuente,
Pródigo, musical y transparente:
Fluyó de mis palabras recóndita dulzura;
Ni la violencia, ni la crispatura
Mancharon el espíritu o la mano
Llenos del oro del cariño humano,
Y ¡oh, noche! En esta hora bella y santa
Del ensueño, mi amor se aviva y canta.
¡Vecino: si los hombres supieran obsequiarse
Con rosas de su huerto al saludarse;
Si al pasar, como usted esta mañana,
Nos dejáramos todos la flor en la ventana!
¡Cordialidad sencilla, propósito clemente,
Comunidad viril en la belleza!
¡Armonía del músculo, la frente
Y la delicadeza!
Rafael Alberto Arrieta
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