Como dos ideas modelar arcilla.
Tras la curva de un ánfora grácil
Como el torso móvil de las odaliscas,
Temblaban tus dedos nerviosos,
Tus dedos de artista.
Y en las rosas del vientre combado
Y en los dos dragones del asa, lucía
Todo el fuego divino que el arte
Volcó en tus pupilas.
Tú ignorabas si en ella la suerte
Manojos de flores suntuosas pondría,
O si manos brutales, acaso,
Rompiéranla en trizas…
La soñabas en nobles jardines
Sobre pedestales de pórfido erguido,
Con abrazos de hiedra en su cuello,
Con rosas divinas.
Y pensé que todos somos alfareros;
Pensé que la vida
Era dócil barro gastado en mil ánforas
De esencia distinta.
Nuestras ilusiones son frágiles copas
Y nuestros ensueños son vasos de arcilla:
¿Qué pondrá en las ánforas el torvo destino?
¿Qué pondrá en los vasos el hada madrina?
Tal vez el destino las colme de rosas;
Tal vez para siempre se queden vacías…
Tal vez otras manos
Las partan en trizas…
Y así caminamos, pobres alfareros;
Así convertimos la sagrada arcilla
En copas desiertas, en vasos fecundos,
O quizás en trozos de ánforas perdida…
Leopoldo Marechal
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