tan tuya que tus huesos
se deshacen en ella.
Yo te vi trabajarla en tus recreos:
cada terrón tenía una esperanza'
como hoy cada terrón tiene un recuerdo.
—Para que no te engañe, me decías,
basta quererla como yo la quiero.
Y la quisiste tanto
que hoy tus huesos
se deshacen en ella.
Madre, esta, tierra es tuya, y este cielo.
El jardín, trabajado
fue apenas copia de tus sentimientos.
Bellezas de tu espíritu
las delicadas plantas florecieron.
Y eras tú misma en la corola abierta,
y eras tú misma en el perfume nuevo,
y eras tú misma en la visita diaria
del picaflor y de los benteveos.
Trabajabas la tierra con el mismo
afán que el alma de tus pequeñuelos.
Hermanos, -esta tierra es tierra nuestra,
tierra de los abuelos
y de los padres. Recordad la ronda
en el patio hogareño
bajo los paraísos florecidos.
Recordad los almácigos del huerto
y el agua que sacábamos del pozo
cuya profundidad nos daba miedo.
Recordad el hervor de las cigarras.
Recordad el olor del pan casero
y la fresca sandía en nuestros dientes
y el maíz deschalado en nuestros dedos,
Vosotros la queríais en el pasto
propicio a los recreos,
en el aporque, en la carpida, en todas
las rústicas faenas del labriego,
y en las aguas alegres del arroyo
y en la caliza piedra de los cerros.
Compañera, esta tierra es tierra tuya:
la trabajó tu mano en los canteros,
la acarició tu planta en los caminos
y agradecida se apegó a tus dedos.
Hiciste acopio de ella
para formar el hijo de tus sueños
y fuiste como ella:
pródiga en los renuevos,
fecunda para darte a mis caricias
y generosa es el florecimiento.
Hijo, esta tierra es tuya,
tan tuya, que tus huesos
se han amasado en ella.
Llévala en tu cariño. Cárgala en tu recuerdo.
Escucha en mis palabras
La voz emocionada del abuelo:
-Para que no te engañe
basta quererla como yo la quiero.
Hijos que en otra tierra
Duplicaron mi vida y mi sendero,
esta tierra es la vuestra,
vuestra en el alma y en el pensamiento,
vuestra en los ojos y en la sangre, vuestra
más allá del cariño y del recuerdo.
Queredla como si ella hubiera sido
La que acunó vuestro primer ensueño,
La que escuchó vuestro primer vagido,
La que alentó vuestro primer anhelo.
Para que no se engañen ni la engañen
basta quererla como yo la quiero.
Y esta tierra, que es mía,
Se hizo amable en mis dedos,
Se metió en mis entrañas
con la piedra y el árbol del sendero,
con el calor del nido y de la mielga,
con la bondad del trigo y del centeno.
Entre Ríos: mi carne, tierra tuya,
Copió la hondura de tus sentimientos,
Y fui un pájaro más en tus cuchillas
Y un ceibo más, música y caireles,
La tierra mía se deshace en versos!
Gaspar L. Benavento
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