Te admiro en la gota del mar, en la arena
Donde se apaciguan las olas furiosas,
En la celda estrecha de hirviente colmena.
Eres pincelazo de luz del artista,
O escala que brota del dulce instrumento;
Del bloque de mármol cincelada arista,
¡o estrofa que suelta sus alas al viento!
Se pequeño siempre: tal es el destino
Del hombre que quiere vencer a las cumbres,
Manantial que oculto señala el camino
Y al ansia se ofrece de las muchedumbres.
Sé como la estrella, silenciosa y breve,
Que envuelve en las sombras su fulgor derrama;
Sé como el pequeño capullo de nieve
Que al sol de la aurora se irisa en la rama.
Y cuando a tu lecho se llegue la muerte
Trazando en el aire sus lúgubres señas,
Mírala sonriendo: sonrisa del fuerte…
¡Grandeza sublime de cosas pequeñas!
Ernesto J. Etcheverry
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