¿Quién habita tus ámbitos profundos,
Que en hálitos de amor viertes la calma
Por los perdidos solitarios mundos?
¿Qué ángel en proscripción sus alas tiende
Cuando oculta su frente el rey del día
Y silencioso los espacios hiende
En nube melancólica y sombría?
¿Qué mágica campana el sueño advierte
Del Supremo Hacedor, que a sus acentos
Se apagan, como al soplo de la muerte,
Las luces y las ondas y los vientos?
¡Noches, magnificencia indefinida?
¿Qué humano corazón no ha suspirado
Sintiendo el peso de la ingrata vida
En su templo sin límites sagrado?
¿Quién te mintió jamás? ¿Qué labio humano
No te contó del corazón la historia
Y algún pesar recóndito y tirano
Que vive torcedor en la memoria?
Por sorprender a la insondable nada
Dijo Dios: “Haya luz”, y la luz fuera,
Y midió de una vez con su mirada
El lugar de los mundos en la esfera.
Y por mirar el alma en su misterio
“Haya tiniebla”, dijo, y de repente
Alzó la noche su eternal imperio
Y vió el alma del hombre transparente.
Paz de los mundos; soledad del alma,
Yo venero tu obscuro sacro manto,
Porque siento con él nacer la calma
Y la sublime inspiración del canto.
En tus velos la historia de mi vida
Con sus penas, su llanto y sus amores,
Desde mi juventud vive escondida,
Coronada de espinas y de flores.
No hay un solo recuerdo en mi memoria
Que no se enlace con tu nombre luego;
Y a ti también te deberé la gloria
Si alguna vez a conquistarla llego…
Bendición sobre ti, del alma mía
Madre sensible, y del amor y el canto.
¡Ay, quién pudiera detener el día
Bajo las orlas de tu negro manto!
José Marmol.
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