El padre volvió del funeral.
El niño estaba de pie en la ventana, con los ojos muy abiertos, y su amuleto dorado colgando del cuello. Su frente le pesaba de pensamientos demasiado difíciles para sus siete años.
El padre lo cogió de los brazos y el niño le preguntó: “¿Dónde está madre?”.
“En el cielo”, contestó el padre señalando arriba.
Aquella noche, el padre se quejaba en sueños, rendido por la pena.
Una lámpara ardía débilmente junto a la puerta de la alcoba, y una lagartija perseguía una mosca por la pared.
El niño despertó, tocó con sus manos la cama vacía, se levanto callado y se salió a la azotea.
Levantó los ojos al cielo y lo miró y lo miró en silencio. Su confuso imaginar hundía en la noche inmensa esta pregunta: “¿Dónde está el cielo?”.
No le respondieron. Y las estrellas parecían las lágrimas ardientes de la ignorante oscuridad.
Rabindranath Tagore
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