¡Oh si en tus tallos pensamiento hubiera
y un corazón sensible como el mío,
cuanta tristeza en ti, hierba viajera,
hierba amada del río!
Cuanta tristeza en ti bajo el ardiente
sol de mi tierra que en tus hojas brilla,
mientras vas a merced de la corriente
como leda barquilla.
Porque el aire, tus hojas inclinadas
acaricia al pasar en vuelo errante,
porque mueve tus flores azuladas,
¿ciega vas adelante?
Si pudiera oír de los zorzales
(tan argentinos como son) las quejas,
si pudieran decirte los pencales:
¡Te ausentas y nos dejas!
Acaso por su amor te detendrías,
y arraigando en tu suelo americano,
con impulso fatal no correrías
a la muerte, el Océano.
Yo no te culpo a ti, hierba inocente,
ni eres ingrata huyendo a los fulgores
de la lámina azul de esa corriente
que te vistió de flores.
Otros olvidan por extraño cielo
los viejos astros, del hogar la calma;
otros olvidan el paterno suelo,
¡otros que tienen alma!
Rafael Obligado
“El hogar de todos” pág. 95
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