Miniatura del bosque soberano
y consentida del verjel y el viento,
los campos cruza en busca de sustento
sin perder nunca el colmenar lejano.
De aquí a la cumbre, de la cumbre al llano,
siempre en ágil, continuo movimiento,
va y torna, como lo hace el pensamiento,
de la colmena del cerebro humano.
Lo que saca del cáliz de las flores
lo conduce a su celda reducida,
y sigue sin descanso sus labores.
Sin saber, ¡ah!, que en su vaivén incierto
lleva la miel para la amarga vida,
y el blanco cirio para el pobre muerto.
Enrique Alvarez Henao
“Cien Lecturas” pág. 239
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