crespos de vainas doradas,
a cuya plácida sombra
pasó cantando mi infancia…
He visto árboles gloriosos
en otras tierras lejanas,
pero ninguno tan bello
como esos de mi montaña.
Mística unción del recuerdo
que me extremases el alma,
trayéndome desde lejos,
como en sutil brisa alada,
un arrullar de palomas
cuando el crepúsculo avanza;
un aroma de poleos
cuando el viento se levanta;
y en el silencio nocturno
un triste son de vidalas.
Algarrobal de mi tierra,
crespo de vainas doradas,
a cuya plácida sombra
pasó cantando mi infancia.
Ricardo Rojas
“El Adulto” pág. 23-24
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