Los poetas, los curiosos, y hasta los ociosos alguna vez, suelen preguntar cuántas son las estrellas visibles sin anteojo. Naturalmente, esto depende de la latitud del sitio, de su altura sobre el nivel del mar, de la pureza de la atmósfera, y, sobre todo, del ojo del observador. En general, desde el centro de Europa, no alcanzan a 5.000 las estrellas que pueden contarse en el transcurso del año. Sin embargo, un astrónomo alemán, con vista penetrante y educada en un largo ejercicio, llegó a contar 5.421. Según otro astrónomo, desde Córdoba se podrían contar cerca de 8.000. Es que el cielo austral es mucho más rico que el boreal. Y, en cuanto a las estrellas que sólo pueden verse con el telescopio, son tantas, que se consideran innumerables. Con las estrellas fijas y visibles se han dibujado, en el mapa del cielo, las constelaciones, o grupos de estrellas, que representan figuras imaginarias de hombres, animales u objetos. Estas constelaciones, que son como provincias del firmamento, sirven para reconocer fácilmente en el conjunto la posición en que se ven las estrellas desde la tierra.
Gracias a la situación de nuestra patria, podemos ver desfilar durante el año todas las estrellas de primera magnitud del firmamento. Estas estrellas, según la manera de apreciar su brillo, son 18 o 20; más justo sería tal vez decir 19, sin contar la estrella beta de la Cruz del Sur. Desde el centro de Europa no pueden verse, en cambio, más que 13 estrellas de primera magnitud.
No estará nunca de más conocer los nombres de estos 19 soles, entendiendo que toda verdadera estrella es un sol. Las estrellas del cielo boreal son: Vega, en la constelación de la Lira, blanco-azulina, muy hermosa; Capella, en el Cochero, amarillo; Betelguese, en Orión, amarillo-rojiza; Arturo, en el Boyero, amarillo-rojiza; Régulo, en el León, blanco-azulina; Altair, en el Aguila, blanco-azulina; Aldebarán, en el Toro, amarillo-rojiza; Proción, en el Can Menor, amarillenta, y Pólux, en los Gemelos, amarillenta.
Las del cielo austral son: Sirio, la más espléndida de todo el firmamento, en el Can Mayor, blanco-azulina; Canope, muy hermosa también, en el Navío, blanca; alfa del Centauro, blanco-azulina; Achernar, en el Eridán, blanco-azulina; Antares, en el Escorpión, roja; alfa de la Cruz del Sur, blanco-azulina; Formalhaut, blanco-azulina también, en el Pez Austral. La alfa del Centauro es la estrella más próxima a la Tierra. No obstante, su luz tarda en llegar hasta nosotros cuatro años y medio, recorriendo 18.000.000 de kilómetros por minuto. Vista a través del telescopio menos poderoso, resulta la estrella doble más notable de todo el cielo.
En la feliz época de las vacaciones, desde la Pampa, las montañas o el mar, en una noche profunda y diáfana, sin luna, muchos de vosotros, niños, habréis notado, al mirar distraídamente hacia lo alto, una ancha faja de luz blanquecina y suave, atravesando el firmamento. Se diría que es el humo de un incendio lejano, o el rastro misterioso de una gran serpiente del cielo. Esta faja es la Vía Láctea. Mirado por el telescopio, el humo se transforma en polvo de brillantes; el rastro de la serpiente misteriosa es un gran río de soles; son millares de estrellas, a una distancia inmensa. La Vía Láctea circunda el cielo íntegro. Nuestro sol y todas las estrellas visibles se encuentran en esta majestuosa corona de luz.
Martin Gil
En “Letras” pp. 26-28
No hay comentarios.:
Publicar un comentario