el inflexible dómine de aldea
con paternal austeridad moldea
la vigorosa y ruda estudiantina.
Junta al rancho escolar, la tropa equina
que cabalgan los chicos, cabecea;
la monótona clase deletrea
cansadamente, hasta que el sol declina.
El golpe alegre de una campanada
despierta a los sonámbulos pollinos
y despide a la agreste muchachada,
que mascullando inútiles lecciones
se desparrama en todos los caminos
en parlera bandada de gorriones.
“Letras” pp. 173-174
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