salvando el mar ondeante de verdura,
va el centauro pastor de la llanura
como flecha de un arco desprendida.
Da a la tarde postrera despedida;
parece la delicia y la amargura
de salvaje existencia de aventura
arrebatar en su violenta huída.
Y cuando el sol el horizonte encierra
tras el linde lejano de la tierra,
en él, vertiginoso, es una sombra
rauda volando cual visión de un mito,
que, trascendiendo de la herbosa alfombra,
fuese a seguir el astro en lo infinito…
Ángel de Estrada
“Letras” pág. 186
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