Simún o tempestad, soplo errabundo,
verbo grandioso, formidable empuje,
lleva en voz el viento, cuando muge,
todo el eterno diapasón del mundo.
Como los niños, llora gemebundo,
o con la voz de los leones ruge:
y, si en la entraña de los montes cruje,
tiene la queja del dolor profundo.
En las cuerdas de hierro de una reja
vibra, y errantes músicas semeja;
y cuando el mar a sus impulsos late,
remedan un combate sus rumores,
y resuenan clarines y atambores
sobre el fragor inmenso del combate.
Ricardo Rojas
“Letras” pág. 261
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