A pie, junto a la vieja carreta rechinante,
el pobre “gringo” evoca visiones de su aldea.
El vago remolino que alzó un viento inconstante,
le rememora cosas de su triste odisea,
y hay llanto en las pupilas del mísero inmigrante,
un llanto de añoranza por esa eterna idea.
Los tardos bueyes siguen su marcha lentamente
y gime la carreta la cántiga doliente
de la pampa monótona, inmensa como el mar…
Y a su lado, vencido por la honda añoranza,
el inmigrante marcha y adivinar no alcanza
si tendrá ese camino un fin y él, otro hogar…
Juan Más y Pi
“Cien Lecturas” pág. 104
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