- ¿Quieres no ver contrariados tus deseos? Pues no desees otras cosas que las que de ti dependan.
- No depende de ti ser rico, pero sí ser dichoso. Las riquezas mismas no son siempre un bien, y ciertamente son poco duraderas; pero la felicidad que emana de la sabiduría es eterna.
- Si hay un arte de bien hablar, hay así mismo un arte de escuchar bien.
- Un médico visita a un enfermo y le dice: “Tenéis fiebre, absteneos por hoy de tomas alimentos y no bebáis más que agua”. El enfermo le cree, le da las gracias y le paga. Un sabio dice a un ignorante: “Vuestros deseos son desenfrenados, vuestros temores son bajos y serviles; profesáis falsas ideas”. El ignorante monta en cólera y se siente herido en su amor propio. ¿De que nace esta diferencia? De que el enfermo conoce su mal y el ignorante no.
- ¿Crees que te llamaré laborioso aun cuando emplees las noches enteras a estudiar, en leer? No, sin duda; quiero antes saber a qué refieres ese estudio y aplicas ese trabajo. Porque no llamo laborioso al hombre que vela toda la noche para ver su prometida: digo que es enamorado. Si velas por tu gloria, te llamaré interesado; pero si velas para cultivar y para formar tu razón y para acostumbrarte a obedecer a la naturaleza y a cumplir tus deberes, entonces solamente te llamaré laborioso, porque este es el único trabajo digno de hombre.
- La felicidad no consiste en adquirir y en gozar de lo adquirido, sino en no desear, porque consiste en ser libre.
- Cuando hagas alguna cosa después de estar seguro de que es tu deber, no evites el ser visto, aunque el vulgo forme de ti falsos juicios; porque si la acción es mala, no debes realizarla, y si es buena, no debe importarte que la condenen los malos.
“Cien Lecturas” pág. 120-121
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